El director turco de este film conmovedor, co-autor del guión, cuenta que se inspiró en su propia experiencia. Pasó 6 años de su vida en un internado de la escuela pública primaria en su país, y recuerda el mecanismo del miedo como método de disciplina de esa época que lo marco definitivamente. Lo que ocurre en el film es el recorrido desesperado de un niño que quiere atención médica para su compañero, que se encuentra en estado inconsciente. Frente a esta situación grave el mundo adulto de ayudantes y profesores solo demuestran el ejercicio del sálvese quien pueda, para eludir responsabilidades y errores terribles. Es que es un establecimiento para niños, con condiciones materiales deficientes, con castigos corporales que van desde los habituales cachetazos a obligarlos a baños con agua fría con temperaturas bajo cero, a la total falta de escucha de sus conflictos, más el ejercicio de bullying entre ellos, que se agudiza si se trata de la pertenecía a los kurdos. Lo que ese chico solidario observa en su ejercicio casi heroico es a los hombres que son su ejemplo de crecimiento, a lo que se espera de él. Que sea un hombre que obedezca, que siga teniendo miedo y que carezca de cualquier empatía hacia el prójimo. No faltan las notas de absurdo humor, de frases repetidas como latigillos de una situación desesperada, y de una intriga que se desarrolla por capas de comprensión de lo ocurrido donde todos tienen responsabilidad. Lo mejor la visión de ese niño y el pequeño prodigio que lo interpreta.