Mi mundial es uno de los acercamientos más serios del cine uruguayo a un modelo industrial: una narración clásica, anclada en un deporte muy popular y con un argumento cargado de aventuras y dilemas morales que tiene potencial para captar el interés de toda la familia (fue vista por 50.000 espectadores, gran cifra para los cánones del país vecino). Aun con el lastre de algunos lugares comunes, la película tiene dinámica, gracia y convicción. También aprovecha el carisma de Facundo Campelo, muy solvente en el rol de Tito, el pibe que la descose en la cancha y pronto se encuentra con las tentaciones del fútbol profesional, un negocio lleno de estafadores y arribistas.