“Mi Niña” de Lisa Azuelos. Crítica.
Maternidad moderna y el nido vacio.
Bruno Calabrese
Disponible en las plataformas iTunes y Google Play a partir del 28 de mayo a las 00:00, se estrena la última película de la directora de “LOL” y “Dalila”. Por Bruno Calabrese.
Héloise (Sandrine Kiberlain) recibe la noticia que Jade (Thaiss Alessandrin), la hija más pequeña de sus tres hijos, está por partir a Canadá para estudiar la licenciatura. La joven es la única que queda viviendo con ella, se encuentra en el último año de secundario y debe dar un examen crucial para poder viajar. Pero la madre comienza a sentir su partida, a notar el paso del tiempo y los cambios exteriores que se dieron en el paso a la adultez de la joven. Durante los últimos momentos de Jade antes de partir, en ese proceso hacia un paso fundamental en su vida, la chica se enamorará, sale de fiesta con sus amigos y descuida la escuela para divertirse sin control.
La película retrata la dificultad que una madre siente cuando los hijos crecen y comienza a aparecer el famoso síndrome del nido vacío. Muchas películas han tocado el tema, pero en esta ocasión no se trata de una madre conservadora. Heloise intenta comprender un mundo moderno en el que las relaciones amorosas pueden florecer de una aplicación, pueden ser abiertas. Es una madre que usa Tinder, está interesada en tener citas o encuentros sexuales porque es consciente de que la edad o maternidad no es un impedimento y no le incomoda que su hija duerma en la misma habitación con su novio. Esa modernidad es una de las claves por la cual la relación entre Jade y Helroise goza de absoluta confianza. Pero la directora también profundiza en elementos secundarios que le dan fuerza al retrato de una relación idílica entre madre e hija. Para eso utiliza pequeños flashbacks, donde la madre recuerda momentos de la infancia con sus hijos que reflejan su crecimiento y las dificultades de criarlos en soledad.
“Mi Niña” es una romántica mirada sobre el dolor que sienten las madres cuando ven a sus hijos partir. A pesar de caer en clichés y de algunas dramatizaciones exageradas, no se vuelve repetitiva gracias a Sandrine Kiberlain, que aporta su carisma habitual para reflejar con total naturalidad una mirada interesante sobre la maternidad moderna.
Puntaje: 70/100.