Una mujer caradura, manejadora, cargosa, se hace querible cuando la vemos afligirse ante la próxima partida de su hija menor (y digna heredera), que por un tiempo le dejará el nido definitivamente vacío. Ese es el tema de esta comedia bien francesa, breve y sentimental, que empieza de forma acelerada, con música y diálogos a volumen inútilmente alto, y termina con un fondo de canciones melosas (¿por qué en inglés?). Destacables, su parte de ternura, los recuerdos de infancia y particularmente unos interesantes momentos de silencio. Por ejemplo, cuando la nena le dice a la madre, con la mayor naturalidad, que se va a dormir con un chico que trajo de visita, y la madre los ve meterse al dormitorio y queda sola, callada y perpleja. Dicho sea de paso, gran triunfo de la directora Liza Azuelos, hacer que Sandra Kiberlain se quede callada en una comedia que la tiene de protagonista.