Muertos de amor
En medio de la avalancha incontenible de películas y series sobre zombies, se suma este film escrito y dirigido por Jonathan Levine (el mismo de 50/50) que se inscribe en ese casi siempre simpático subgénero de comedias de terror; es decir, una combinación entre humor negrísimo y estallidos de gore que tiene puntos de contacto con los inicios de Sam Raimi y de Peter Jackson, y las películas de Edgar Wright, por nombrar sólo unos pocos referentes ineludibles.
Aquí, Levine -trabajando a partir de la exitosa novela de Isaac Marion- le incorpora al inevitable enfrentamiento entre soldados de la resistencia y los famélicos muertos-vivos elementos que funcionan bastante bien: por ejemplo, una intensa trama romántica (ella, la rubia Teresa Palmer, hija del líder de la resistencia que interpreta John Malkovich; él, el carilindo Nicholas Hout, un zombie que se enamora de la chica y va “volviendo” de la muerte recuperando sus atributos “humanos”).
No estamos ante una película 100% original (algo imposible en un género dominado por estos días por series como The Walking Dead y con films recientes como Tierra de zombies), pero la película es bastante eficaz y divertida, con logrados toques absurdos y eróticos; y con un muy buen uso de las canciones (de Scorpions a Bob Dylan) y, sobre todo, de las locaciones (desde un aeropuerto abandonado hasta un estadio de fútbol) para dotar al relato de ese look devastado de toda historia post-apocalíptica.
Entre tanto subproducto a-la-Crepúsculo y True Blood, Mi novio es un zombie -sin dejar de ser una película efímera y algo menor- resulta una propuesta entretenida y, en definitiva, refrescante.