Vivir para contarla
Tras los vampiros amigables de True Blood y los románticos de Crepúsculo, era inevitable que otro linaje de monstruos cayera bajo el irresistible encanto humano. La víctima de turno es un zombi carilindo (Nicholas Hoult, el chico crecido de About a Boy) que ni recuerda su nombre. Apenas puede balbucear “R…”, y así lo bautiza Julie, la hija del mandamás que combate a la plaga (un devaluado John Malkovich). R es melancólico, un emo que escucha rock de los ochenta en vinilos. Cuando Julie (Teresa Palmer) le pregunta por qué no usa un iPod, R responde: “Porque es más cálido”. Pronto formarán pareja y unirán a zombis y humanos contra una nueva amenaza: los bonies, esqueletos generados por computadora. Más allá del trillado argumento (los esqueletos son como los T-1000 que combate el Terminator bueno de T2), la gran falla del film es la idea de humanizar a un zombi, criatura carente del glamour de un vampiro. Hace años que los zombis volvieron a ser foco, pero la realidad demuestra que es imposible hacer variaciones, pese al interés que generan. Sólo se permite el humor ácido, como en la británica Shaun of the Dead, o el simple y clásico gore, como en The Walking Dead; ese nunca falla.