El muerto vivo indie
Existe un espacio vacío dejado por el fin de la saga Crepúsculo (el cual festejamos vivamente, no la saga sino el final de la misma) y los estudios buscan desesperadamente un producto capaz de captar el interés de los adolescentes ávidos de historias de amor desparejas.
Atrás quedaron los tiempos de las historias “chico conoce chica”, ahora el público es voraz consumidor de “chica conoce vampiro y lo engaña con hombre lobo”. En este marco se inscribe un nuevo subgénero: el amor zombie.
Nacido de un guión de apenas siete páginas que se publicara en internet (Soy un zombie lleno de amor), su fuerte aceptación llevó a su autor Isaac Marion a animarse a extenderlo al formato de novela. Es necesario aclarar antes de adentrarnos en la reseña de este film que el tono del mismo es cómico y autorreferencial al género de los zombies desde la parodia. Digámoslo claramente: amantes de series como The Walking Dead o talibanes de los rasgos característicos de estos muertos vivos no podrán tolerar ciertos giros del argumento.
De hecho este film nos presenta una perspectiva totalmente innovadora en la materia: el tratamiento del zombie como sujeto consciente, con voz propia y pensamientos que conocemos a través de la voz en off de R, el protagonista de la historia. Ya deja de ser el sujeto pasivo de innumerables vejaciones como tiros, estaqueos o apuñalamientos para convertirse en un cuerpo errante que solo busca saciar su hambre, con un vestigio de conciencia humana.
Tal vez este sea el elemento que definirá el disfrute o no de la propuesta si aceptamos esa humanización del zombie. De acuerdo a ese otorgamiento de características sentimentales el film nos será llevadero, sátirico y hasta con algunos toques gore.
Caso contrario nos parecerá la máxima de las afrentas al mundo de los zombies donde se vulnera sus más clásicas características fundantes: su falta de reflexión, su bestialidad y su hambre voraz.
Jonathan Levine (el director de 50/50 y The Wackness) nos sumerge en un un mundo post apocalíptico donde una extraña plaga de la que no sabemos mucho ha convertido a gran parte de la humanidad en muertos vivientes.
R (interpretado por Nicholas Hault), un joven apuesto, se pregunta qué será, qué es y qué fue de su vida y como continuar en este eterno devenir en búsqueda de alimento vivo. Pocos vestigios han quedado de la humanidad que alguna vez conoció transcurriendo sus días con su inefable “amigo” M esperando sin ansias la próxima comilona.
Su hogar es un avión donde escucha en un tocadiscos los distintos vinilos que va recolectando por las casas de sus ocasionales víctimas, la música ocupa un lugar preponderante en su vida, algo así como uno de los pocos rasgos que le quedan de esa humanidad perdida quien sabe donde y hace cuanto. Y será en una de esa excursiones en búsqueda de carne fresca donde se enamorará perdidamente de Julie con quien vivirá una historia de amor prohibido que todo adolescente con hormonas atolondradas no puede dejar de disfrutar.
Directo sucesor de sagas como Crepúsculo, Mi Novio es un Zombie se muestra como un producto mejor desarrollado, con actuaciones más convincentes y muchos guiños a la cultura pop.
Un nuevo estilo de zombie ha llegado y ya se encuentra en marcha una precuela que nos relatará con total desenfado como fue el origen de este mundo de muertos vivos bien intencionados. Warm Bodies aprende de los errores de sus antecesores y no peca de una solemnidad ridícula como ocurría con la saga de vampiros y hombres lobos y en ello radica su mayor acierto.
Entretenimiento sin pretensiones que logra darle un interesante volantazo al genero y adaptarlo a los requerimiento de los adolescentes y porque no de algunos adultos con ansias de diversión.