El arte de lo auténtico
Mi obra maestra, la primer película de Gaston Duprat dirigiendo en solitario luego de toda una carrera codirigiendo con Mariano Cohn, ahora devenido en productor, llega este jueves a nuestras salas. La película plantea la historia entre dos amigos, Arturo Silva (Guillermo Francella), dueño de una galería de arte pequeña pero exclusiva en Buenos Aires, y Renzo Nervi (Luis Brandoni), un artista plástico que tuvo su época de gloria en los 80 pero, preso en su terquedad y desencanto del mundo, está fuera del circuito por su incapacidad de modernizarse.
Con una narración en off de Silva que nos invita a acompañarlo en lo que dice será la historia de un asesinato, Duprat logra captar de inmediato la atención del espectador. El estilo visual despojado y casi desprolijo, que también ha caracterizado obras anteriores, recorre varias locaciones muy diferentes entre sí que van desde la arquitectura de vanguardia hasta paisajes naturales de nuestro país, todas perfectamente definidas y funcionales a la trama.
El punto fuerte de la película es, sin lugar a dudas, las actuaciones. El tono general es de comedia ácida, con algunos toques de humor negro, registro en el que Brandoni y Francella se mueven con absoluta comodidad. Da gusto realmente verlos juntos, encarnando dos amigos en un vínculo a veces cómplice, a veces un poco paternalista de Silva a Nervi, pero con la tensión que genera la sensación de “ay, lo va a estafar” todo el tiempo. Andrea Frigerio, con una participación más pequeña pero no menos importante, acompaña al mismo nivel, componiendo a Dudú, la dueña de una galería mucho más grande y con contactos mucho más relevantes que los de Silva, una mujer elegante, excéntrica y calculadora.
Mi obra maestra ofrece una mirada, por momentos elitista, sobre el mundo del arte, la amistad y sobre todo el concepto de fraude. Su frivolidad le impide abordar cuestiones más profundas, como la reflexión sobre qué es verdad, qué es mentira, qué es arte. Pero quizás lo peor de su ideología sea la neutralidad sobre el proceder de los personajes. ¿Está bien lo que hacen? ¿Son solamente vivos que buscan salvarse sin malas intenciones? ¿O todo lo que sucede (claro que no voy a spoilear) está mal? El hecho que el personaje que demuestra mayores valores morales, los cuales pueden entorpecer el desarrollo de la trama sea Alex (Raúl Arévalo) un discípulo español de Nervi trae a colación el enfrentamiento entre la viveza criolla y el extranjero como molestia, como obstáculo. ¿Somos los argentinos los vivos y los de afuera un estorbo? La película ofrece varios niveles de lectura que quedarán a criterio de cada espectador.
Con una estética despojada, actuaciones excelentes y una ideología debatible, Mi obra maestra se coloca unos escalones por debajo respecto a, por ejemplo, El hombre de al lado, pero no puede decirse que “atrasa”. Para ver, debatir, reflexionar y sacar conclusiones propias.