La dupla de Mariano Cohn y Gastón Duprat (los responsables deEl vecino de al lado y El ciudadano ilustre) vuelve con otra “comedia incómoda”, como alguien definió alguna vez su estilo. Con dirección en solitario de Duprat, guion de su hermano Andrés y producción de Cohn, Mi obra maestra narra la relación entre un galerista moderadamente exitoso (Francella) y un pintor (Brandoni) que supo ocupar un sitial de honor en el mundo del arte pop local de los 80, pero que el tiempo transformó en un hombre recluido, amargado y dueño de una extensa lista de deudas. La posibilidad que le brinda su amigo de realizar un mural por encargo termina de la peor manera, pero las vueltas de tuerca del guion no se acaban allí en esta crítica al mundillo de las artes plásticas, apoyada en el carisma y la interacción de la dupla central (Brandoni acapara la atención cómica con sus modales groseros y misantropía a prueba de alabanzas). Menos radical que la celebrada El ciudadano ilustre en su dosis de veneno –es decir, más alejada del cinismo–, Mi obra maestra es incluso más ligera de lo que aparenta, y se sostiene gracias a esa cualidad de comedia de opuestos que no lo son tanto.