La argentinidad al palo
"Mi obra maestra" es el nuevo trabajo de Gastón Duprat, responsable de títulos como "El ciudadano ilustre" y "El hombre de al lado".
En este nuevo film sigue explorando ese fenómeno abstracto y a la vez tan real llamado "argentinidad". Ser argento es un adjetivo polémico porque se asocia más a aspectos negativos de nuestra cultura que a características positivas. Ahora, si nos sinceramos un poco, aceptemos que cuando vemos a un par de exponentes de este modo cultural tan característico asociados a una historia de humor y amistad, forman un cóctel poderoso de entretenimiento al que es difícil resistírsele. No reivindico el ser chanta, pero creo que debemos relajarnos un poco y disfrutar de cómo somos, con todo lo bueno y malo, después de todo es una película de ficción.
Leí en varias críticas que tildaron a este trabajo como promotor del estereotipo del argento cagador, la misoginia, el racismo y varias huevadas más de corrección política descerebrada. ¡Relajémosnos un poco gente! Diferenciemos realidad de ficción.
Yendo a la cinta en sí, Duprat nos presenta una historia de amistad que divierte un montón. Arturo (Guillermo Francella) y Renzo (Luis Brandoni) son dos socios y amigos que trabajan en el mundo del arte, el primero como representante de artistas y el otro como pintor. En su momento fueron populares y una dupla soñada. La actualidad los encuentra al borde de la quiebra, menospreciados y mucho más viejos y testarudos que antes. El relato nos va paseando por las peripecias que deben llevar a cabo para poder volver a estar en la cima.
El duo Francella-Brandoni es buenísimo. Tienen mucha química y además cada uno aporta su individualidad para realzar las interpretaciones. Sí, Francella actúa de Francella y Brandoni de Brandoni, pero eso justamente no es malo. No es lo más original, pero es una jugada que asegura empatía con los espectadores. Los secundarios Raúl Arévalo y Andrea Frigerio están muy también.
El desarrollo de la trama tiene algunos baches y desenlaces un tanto predecibles, pero logra salir airoso en el balance final y entrega una hora cuarenta de diversión. Duprat podría haber sido un poco más celoso del desenlace, pero creo se enfocó más en el camino a recorrer que en el cierre del relato.
Un buen exponente del cine argentino cómico que se deja ver y es muy disfrutable si nos relajamos un poco y abrazamos ese argento que llevamos dentro.