Una historia ingeniosa y nueva, que demuestra que la comedia argentina puede rendir muchísimo más cuando no quiere tomar por tontos a los espectadores, y los encargados detrás del desarrollo de las historias ponen su ojo clínico para dar el salto de calidad.
No caben dudas de que el cine nacional, está dando un salto de calidad en los últimos años. Con la búsqueda permanente de fondos extranjeros, con la colaboración de productoras (generalmente españolas) y con una camada de directores y directoras argentinos que viene en alza, el falso paradigma de que “el cine argentino es todo igual y malo” va quedando en el olvido. En este año ya son varias las grandes películas argentinas que se han estrenado y no hay que ir muy lejos para buscar cuál fue la última, no, no fue la paupérrima Bañeros 5, sino El Ángel, de Luis Ortega. Más adelante, en un par de meses se vendrá la nueva y espera película de Trapero, La Quietud. Pero entre tanto drama e historias basadas en hechos reales, un género bastante propio de nuestra tierra ha sido visto de reojo últimamente. Con las últimas de Suar y la ya mencionada ¡quinta! entrega de los guardavidas menos cancheros del mundo, la comedia ha perdido fuerza a la hora de pensar en nuevas historias que crear. Por eso, para reivindicar el género, dos de los mejores humoristas de nuestro país como Luis Brandoni y Guillermo Francella, deciden hacer su debut como pareja protagónica en Mi Obra Maestra, la nueva película de Gastón Duprat (El ciudadano ilustre).
Arturo (Francella) y Renzo (Brandoni), una pareja totalmente dispareja, son dos amigos muy particulares con opiniones totalmente antagónicas y una clara y extrema diferencia en cuanto al desarrollo de la vida. ¿De dónde proviene esta amistad? Renzo es un pintor venido en desgracia que ya no le vende una pintura a nadie y Arturo es su representante y al mismo tiempo dueño de una reconocida galería de arte de Buenos Aires. Los amigos, deberán afianzar su relación mas que nunca, cuando un terrible accidente deja a uno de ellos al borde de la muerte.
Mi obra maestra, es una clara muestra de que el género de la comedia nacional, ha estado subestimado por directores y productores durante mucho tiempo. Esta película es el ejemplo más concreto de que para hacer reír al espectador, no hace falta putear todo el tiempo, hacer chistes obscenos y vulgares y repetir secuencias sin sentido más de una vez. Esta película tiene un claro sentido del humor negro, que en ningún momento queda pesado y ni por asomo falta el respeto de nadie. Es inteligente, dinámica y con un propósito muy claro que es llevado de la mejor manera. Te hace reír, te hace pensar, te hace emocionar y hasta reflexionar sobre varios conceptos a los que estamos acostumbrados y generalmente no se perciben y eso da las muestras claras de un guión fuerte y con conocimientos. No es casualidad, que el guionista sea el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Andres Duprat, hermano del director. Usando experiencias reales, la construcción de los protagonistas de parte de los hermanos Duprat, reflejan el costado de un negocio que para muchos es ajeno brillantemente.
Los nombres de los actores hablan por sí solos. Si tenemos en cuenta que Francella es la cara del humor argentino hace más de 15 años y el propio Brandoni lo fue una década antes que su compañero, las risas están aseguradas. Lo que destaca más allá de su habilidad como comediantes, es una química que se da entre ellos, que da la sensación de que esta no es la primera vez que trabajan juntos en la pantalla grande. Si bien han trabajo hace ya muchos años en la televisión, compartir trabajo en el cine, es algo nuevo para ellos y en ningún momento se nota. El resto del elenco cumple con sus rolles de relleno y del único que se vislumbra un poco más, es del español Raúl Arévalo, uno de los actores más reconocidos de aquel país en este momento.
La película en su totalidad es un gran grito a la amistad y que siempre hay que confiar en aquella persona que se tiene más confianza que en uno mismo. Con una historia ingeniosa y nueva, se demuestra que la comedia argentina puede rendir muchísimo más cuando no quiere tomar por tontos a los espectadores, y los encargados detrás del desarrollo de las historias ponen su ojo clínico para dar el salto de calidad. Es un película disfrutable desde que empieza hasta que termina, y te deja queriendo ver muchísimo más.