Sabe a qué juega Isabelle Huppert. Lo tiene tan claro como Messi con la pelota. De elecciones como esta es donde se construyen los famosos “roles a medida”. Sólo que en el caso de la gran actriz tiene además con qué disimular esos lugares en los que los actores se sienten a sus anchas.
El guión de “Mi peor pesadilla” plantea contrastes de todo tipo, pero no (sólo) a partir de situaciones concretas; sino también con las pequeñas sutilezas que colaboran a construir los sólidos personajes. Un caso sin eufemismos que me viene a la memoria es el de “De mendigo a millonario” (1982), de John Landis. Allí, dos millonarios apostaban a contrastar riqueza y pobreza cambiando roles entre Dan Aykroyd y Eddie Murphy, en tanto el primero pasaba de yuppie con plata a vagabundo y viceversa.
Aquí tenemos a Agathe (I. Huppert) como una mujer presumiblemente nacida y criada en la alta alcurnia de París. Galerista y experta en arte que se mueve en ámbitos que se perciben inalcanzables, hasta esnobs si se quiere. Por cuestiones que no conviene revelar conoce a Patrick (Benoit Poelvoorde), individuo visceral, violento y profundamente repulsivo; con una visión del mundo diametralmente opuesta.
Al contrario del ejemplo mencionado más arriba, vemos en esta relación una versión mucho más concreta de los polos opuestos y atrayentes con manifiesto deseo interno de cambiar los paradigmas en los que ambos se mueven.
Admito la tentación a contar algo más respecto de la trama para fundamentar estas líneas, pero temo influir en anticipar las sensaciones; eje fundamental de “Mi peor pesadilla”. En todo caso es justo mencionar un giro en la carrera de Anne Fontaine como directora, ubicándose, esta vez, al costado del camino que eligió para observar la estupidez humana como en “Como maté a mi padre” (2001), o en “La chica de Mónaco” (2006). Aquí construye un mosaico distinto, basándose más en el motor interno de sus criaturas que en la circunstancia que las rodean.