De caballos y colores
Hace algunos años Jayson Thiessen fue el encargado de remozar a los pequeños pony de Hasbro en un programa de televisión que rápidamente escaló entre las preferencias de los niños y niñas de todo el mundo. Los pequeños ponys son un juguete/producto que acompañó a una infinidad de generaciones en sus horas de ocio y el realizador canadiense fue el encargado de aggiornarlos al siglo XXI tras varios intentos por revitalizarlos y llevarlos a la TV.
Esa serie, además de hablar de cuestiones relacionadas a los tiempos que corren, no solo generó altos niveles de ratings en varias cadenas del mundo, sino que además impulsó una serie de spin offs, como esas niñas con rasgos de pony llamadas Equestria, que volvieron a ubicar a la franquicia en órbita y llenar de dinero a la famosa juguetera que los creó.
En esta oportunidad el mismo Jayson Thiessen es el encargado de llevar a la pantalla grande a los caballitos en My Little Pony: La película (My Little Pony The Movie, 2017) que recupera el espíritu del programa, centrado en valores como la amistad, el amor y el trabajo en equipo, pero que apunta a explotar la clásica confrontación entre el bien y el mal, que tanto rédito y producciones ha generado en el cine.
Así, y con muchas similitudes a la reciente Trolls (2016), curiosamente también otro juguete de Hasbro, My Little Pony: La película presenta las desventuras de Twiligth Sparkle, la pony violeta, tras sus intentos denodados por organizar una gran celebración en Equestria. Mientras lo hace, secundada de sus amigos, una siniestra figura llamada Temptest Shadow, junto con Storm King, acecharan el lugar tiñéndolo de oscuridad y hechizos que transformarán una tierra de colores y alegría a un lugar plagado de sombras.
La historia termina allí, la anécdota de la película también, porque si bien luego desandará el camino de Twiligth Sparkle y compañía por huir de Equestria, para luego volver y deshacer los maleficios, la narración no aporta nada nuevo, y llena sus baches con música y colores.
Estirando la idea inicial, la propuesta genera tedio y el contrato de lectura con los más pequeños se rompe, y así, un producto que podría haberse presentado como sólido y potente, termina por generar tedio y fastidio y la sensación de no terminar nunca ni para los más chicos ni los grandes.
Si la idea de Jayson Thiessen era la de llevar tal cual el programa al cine (dibujos dos D, animación tradicional), ni siquiera sumando actores renombrados como Emily Blunt o Liev Schreiber a la propuesta, se supera la banalidad con la que se habla de valores y se extiende un episodio de quince minutos a otro interminable de cien.
Tampoco esas voces permiten superar lo efímero de aquello que se narra, y menos aún con los infinitos lugares comunes en los que cae el guion como para superar su escaso poder de síntesis y relato.
El negocio por encima de las ideas, la desmesura y exageración por arriba de la técnica, terminan por configurar a My Little Pony: La película en una propuesta débil, que además resiente aquel remozado logro de imponer nuevamente a los ponys con los que el director pudo empoderar a la saga anteriormente.