Ofreciendo un entretenimiento sin pausas y desenfadados pincelazos de humor, Mi Primera Boda sorprende como impecable representación de comedia cinematográfica de formato industrial que no pierde identidad propia y que hasta sabe incluir toques de sátira y cine alternativo. La milenaria ceremonia del casamiento ha deparado películas de todo tipo, y en el terreno nacional han existido títulos que lo han nutrido en décadas pasadas.
En este caso el modelo es indudablemente la comedia estadounidense, que ha entregado en los últimos tiempos una cantidad considerable de films que giran alrededor de esta temática, pero esta búsqueda nunca deja de lado un humor bien argentino, dentro de un formato de comedia de enredos que no se detiene y que llega hasta sus últimas y disparatadas –más allá de cualquier credibilidad- consecuencias. Con los valiosos antecedentes de las comedias románticas de Juan Taratuto, Hernán A. Golfrid (Música en Espera) y Diego Kaplan (Igualita a mi), el cineasta Ariel Winograd, con el formidable sustento que le proporcionó el guión de Patricio Vega, diseña una estupenda y desopilante pieza del género. Desde los atrayentes dibujos de los títulos, realizados por Liniers (concepto que se extiende también al creativo formato del cast de cierre) el film, que recorre las alternativas de una clásica –aunque no tanto, al combinar el judaísmo con el catolicismo- pero accidentada boda, atrapa al espectador desde la primera imagen y no lo suelta hasta un final que incluye sabrosos apéndices.
Quizás los relatos a cámara de los protagonistas a veces no fluyan demasiado, pero eso no empaña un ritmo sostenido y burbujeante, que incluye algunas escenas y personajes fuera de serie. El triángulo Hendler-Oreiro-Imanol Arias funciona a la perfección, dentro de un elenco encendido en el que habría que nombrar los aportes de cada uno.