Hace cinco años Ariel Winograd sorprendió en su debut como director con la comedia “Cara de queso”, al contar con un elenco multiestelar y una temática judía, donde logró evitar la caída en clichés habituales.
Ahora en su segunda realización, con un elenco aún más atrayente y una ambientación algo diferente pero cercana en lo temático, los resultados no resultan igualemente auspiciosos.
“Mi primera boda” transcurre íntegramente durante los preparativos y el desarrollo de un casamiento mixto entre Adrián Meier (Daniel Hendler) y Leonora Campos (Natalia Oreiro), ambos poco creyentes. El lugar del evento es una gran mansión de alquiler algo alejada de la ciudad como lo revelan los caminos que llevan a la misma y el caballo, en que se desplazará Adrián tratando de impedir que lleguen el cura y rabino. La razón de dicha dilación es la base y excusa de un guión poco imaginativo y tiene que ver con la pérdida de uno de los anillos de la pareja como resultado de la torpeza del novio.
Gran parte de la intriga está dedicada a la búsqueda de la alianza por parte de Adrián quien intenta aplicar sus conocimientos de ingeniero, ayudado por su primo menor (Martín Piroyansky, quien logro mayor lucimiento en “Cara de queso”).
Mientras el dúo de “nabos” prosigue la búsqueda, el resto de los invitados se pasea por los amplios jardines e interior de la casa, protagonizando una serie de episodios cuyo mayor pecado es el poco humor que de ellos se desprende. Resulta penoso ver a Pepe Soriano en el rol de un abuelo judío flirteador y en busca de un porro, a Imanol Arias como un ex amante de la novia ahora acompañado de una joven (María Alché), a quien persigue la amiga de Leonora y con tendencias lésbicas que encarna Muriel Santa Ana. Tampoco son muy graciosos los “luthiers” Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich en los roles respectivos de cura y rabino. Algo mejor le va a Soledad Silveyra como la madre del novio, pero el que en opinión de este cronista más defrauda es el propio Hendler, a quien parecen sentarle mejor los roles dramáticos que ha venido desempeñando por ejemplo en los films de Daniel Burman.
Del lado positivo de “Mi primera boda” cabe rescatar su buena factura técnica y un final que compensa en parte la opacidad del resto. Natalia Oreiro es probablemente el mayor atractivo de una comedia que daba para más.