Una boda ingeniosamente planeada
¿Hace cuanto tiempo reclamábamos que la comedia argentina con vistas comerciales tenía que renovarse sin perder su identidad?
Gracias a Patricio Vega y Ariel Winograd, nuevos vientos corren por el cine nacional. Hace mucho tiempo que vengo diciendo que el mejor guión escrito en los últimos años pertenecía a Música en Espera, una comedia romántica, en apariencia menor, pero que tenía una estructura narrativa sólida que deparaba muchas sorpresas, y sobretodo lograba evitar caer en lugares comunes. Con Cara de Queso, Mi Primer Gueto de Winograd, sucedía algo similar: lo que podría haber sido una comedia más, se convertía en una ácida crítica sobre el funcionamiento de los countries durante el menemismo.
La fórmula de escritura de Vega (que en televisión logró destacarse ayudando en los guiones de Los Simuladores y Hermanos y Detectives, además de escribir la serie Un Año Para Recordar) se basa en imitar bien los modelos de guiones estadounidenses. Aquellos guiones que hacían escritores como I.A.L Diamond, Dudley Nichols, Ernest Lehmann en la Edad de Oro para directores como Billy Wilder, Howard Hawks o Alfred Hitchcock.
Vega siempre sabe combinar la comedia con el romance y el suspenso. La tensión es un elemento fundamental para crear efectos humorísticos y muchas veces los guionistas se olvidan de eso.
Mi Primera Boda es un guión de relojería con una estructura sólida de principio a fin. Una obra de ingeniería, matemática, lógica.
Lo primero que vemos en pantalla es a Adrián (Hendler), el novio, hablándole a la cámara, supuestamente después de la boda, recomendando al público que nunca se case. Enseguida se vienen a la memoria los rostros de Spencer Tracy o Steve Martin en el comienzo de ambas versiones de El Padre de la Novia, posiblemente no haya mejores películas que esas dos, a la hora de hablar de bodas memorables del cine.
Adrián nos da un breve pantallazo de pequeños momentos que vamos a ver durante el desarrollo de la trama, y, al mejor estilo Cuando Harry Conoció a Sally, vemos la opinión de la novia, Leonora (Oreiro).
De esta manera empezamos a conocer (y tras una original e ingeniosa secuencia de títulos animada en la que se cuenta paralelamente la vida de ambos), como fue el desarrollo de esta boda mixta y sus percances.
Más allá de tener un elenco impresionante, donde cada actor y personaje tienen su momento para destacarse, y de abrir varias subtramas secundarias (algunas de ellas con una resolución poco convincente), Vega decide centrar el 80% de la acción en el conflicto de los protagonistas: por razones que no vale la pena adelantar, Adrián va a tener que postergar la unión nupcial en sí misma, por lo que la fiesta viene antes de la ceremonia. Winograd y Vega, por tanto, concentran el conflicto en la relación y las inseguridades de la pareja central. Cada uno de ellos, va a encontrar razones durante el desarrollo para separarse: ya sea la incompetencia de uno o la llegada de un ex novio en el caso del otro.
Para sacar adelante el guión, Vega recurre a la ingeniería y la física. El resultado final es realmente encantador. Sí, es verdad, algunos secundarios están desaprovechados, ciertos chistes ya están bastantes vistos (especialmente algunos relacionados con las religiones, pero Mundstock y Rabinovich le aportan el toque Les Luthier). Sin embargo, el conflicto central está tan bien delineado, que el resto es anecdotario.
Hendler y Oreiro conforman una pareja antológica. La química de ambos se nota dentro y fuera de pantalla. Pero los que realmente se comen cada plano en el que aparecen, porque les tocó en suerte los mejores y más divertidos personajes, son Martín Piroyansky, demostrando un timing perfecto para la comedia, aprovechando cada expresión, cada diálogo con sutileza e inocencia, y el GRAN Imanol Arias. Que alegría volver a verlo por nuestras Pampas (después de Camila o Buenos Aires me Mata). Imanol le aporta una cuota sensual y carismática al film. Su Miguel Ángel es tan odioso como atractivo. También es muy destacado lo de Luz Palazón como la organizadora del casamiento.
Entre caras conocidas y otras que son promesas, Winograd dirige con dinamismo, preciosismo visual y osadía. En los primeros 5 minutos ya hay una presentación de personajes extraordinaria y un plano secuencia brillante, en el que recorremos toda la estancia, donde sucede la acción, conociendo a gran parte de los personajes en pocos minutos. No todos se animan a filmar así una comedia comercial. Ni acá ni en Hollywood.
La hermosa fotografía del Maestro Felix Monti, aprovechando al máximo la luz solar; la preciosista dirección de arte del genial Juan Cavia (un nombre a tener muy en cuenta en este rubro, a futuro), el meticuloso y cuidoso diseño de sonido de José Luis Díaz o incluso la banda sonora, demuestran que Winograd cuidó cada detalle. No solamente el guión o los actores, sino también cada rubro técnico está en función de la historia.
Comedia brillante de enrededos o screwball comedy como quieran llamarla. Con la inteligencia e ingenio de la obras de la época dorada del Hollywood de Cary Grant, Katherine Hepburn y Jack Benny, MI Primera Boda sobrepasa las expectativas gracias a que sabe mantener el humor a nivel durante los 105 minutos de duración sin caer en sentimentalismo forzado o golpes bajos. El chiste no se agota y cada detalle ayuda a construir un final a toda pompa.
Winograd y Vega unen fuerzas para crear la que seguramente será, y merecidamente, la película más exitosa del año. Ambos logran aplicarle sellos personales (los detalles y la tensión de Vega; los personajes de Winograd) a una obra que posiblemente en otras manos habría sido solo un aplicado trabajo por encargo.
Impredecible, Mi Primera Boda juega con los lugares comunes y los clisés, y los termina rompiendo.
Si realmente le va bien en la taquilla, se podría pensar en armar una trilogía como la saga con “Catita” (Niní Marshall) dirigida por Manuel Romero: Boda en Montevideo, Casamiento en Buenos Aires, Luna de Miel en Río.
Aunque primero lo primero: festejemos que por fin llega una comedia nacional, que va a dejar satisfechos a todo el mundo.
Pasame más tinto, se vino la pachanga.