El sí no es tan fácil a veces!
Después de una hábil campaña viral en la red y de mucho marketing bien pensado, llegó finalmente a las salas “Mi primera boda”, el esperado segundo film de Ariel Winograd (el primero fue, recordamos, “Cara de queso”) protagonizado por Natalia Oreiro y Daniel Hendler. Producido por Axel Kuschevatzky, conocedor del medio, era esperable una apuesta fuerte a todo nivel. Nuestro cine no se caracteriza por generar comedias románticas populares e inteligentes, así que a la hora de construir el guión, no había que errar ni una nota para lograr un pleno (llegar a la segunda semana con muchas salas proyectándola, hecho poco corriente para pelis argentinas). Era una apuesta arriesgada.
Claro, no sólo se necesitaba un buen libro, sino también un elenco completo que fuera capaz de ampliar los posibles horizontes de llegada y abarcar a la mayor cantidad de potenciales espectadores. En “Mi Primera Boda”, todos los sectores de la butaca se sienten representados. Hay adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, todos con un similar y significativo nivel de participación en la trama central, lo que le da un espectro a la cinta, muy singular.
Es una realización cuidada estética y argumentalmente. Nada fue dejado al azar y eso se nota en el equilibrio que el film muestra en todo momento. Durante la extensión del relato nos sumergimos en el mordaz y medido delirio de una comedia típica americana, pero cuando nos acercamos al clímax, aparece el toque de nuestra idiosincracia a pleno. Es un blend raro, dirían los que estudian el arte de las infusiones. Pero tiene buen aroma, se deja degustar y deja un agradable sabor en el paladar cuando se ha bebido la última gota.
Adrián (Daniel Hendler) no tiene muchas ganas de casarse, pero empujado por Leonora (Natalia Oreiro), organiza una súper fiesta en una quinta alejada de la civilización (dato importante). Son el agua y el aceite, profesan religiones diferentes y piensan una boda original, oficiada por un rabino y un sacerdote católico, para dejar a ámbas familias contentas. En una malabarismo tonto, Adrián en los primeros minutos de proyección pierde el anillo de Leonora (antes de la boda) y no tiene mejor idea que sabotear la fiesta hasta dar con el mismo, para evitar el enojo de su futura esposa…
Hendler nos trae su habitual humor agudo y calmo en el rol del torpe novio; Oreiro en cambio, es un torbellino. Compone una mujer decidida (y algo dominante) que no quiere dejar nada librado al azar (se ocupa hasta de las propinas de los mozos antes de que empiece el servicio!!!), la actriz uruguaya se irradia carisma durante toda la historia y brilla durante el cierre, donde muestra todo su oficio hasta redondear uno de sus mejores trabajos en el cine. Hay química en la pareja, aunque a veces parece desbalanceada (demasiada energía en ella y excesivo control en él), logran convencernos de que son gente común, que se quiere y que está en problemas. Graves problemas!
“Mi Primera Boda” crece por el ajustado protagonismo de sus secundarios. Un lujo. Empezando por el sorprendente primo de Adrián, Fede (Martín Piroyanski, quien es el mayor acierto del film) y siguiendo con la sapiencia de Imanol Arias quien aporta toda su madurez a un ex novio de Leonora ,antagonista intelectual y seductor que aporta lo suyo a las peleas y discusiones durante la jornada. No se quedan atrás, Muriel Santa Ana (como la mejor amiga de la novia) y el dúo dinámico de pastores, Marcos Mundstrock y Daniel Rabinovich, los dos en diálogos desopilantes que se van mechando durante la trama (son víctimas de un engaño de Adrián) y que reflexionan con simpatía sobre las religiones que profesan. Su contrapunto arroja excelente reacciones en la platea y aporta la nota de color saliente de la cinta.
En el haber, nos hubiese gustado un personaje masculino que tuviera matices más intensos que Hendler (creo que se quedó corto a la hora de expresar la emoción, sinceramente) y quizás alguna escena más destacada para los amigos del novio (Sebastián De Caro & Co), quienes amagan para descontrolar al estilo "The hangover", pero nunca despegan, por lo corto que se quedan sus líneas. Linda fotografía (subraya lo radiante que está Oreiro en este momento de su vida) y divertida banda de sonido terminan por conformar un producto sólido por donde se lo mire.
Hace unas semanas, con "Guelcom", decíamos que había que hacer mucha comedia romántica para dominar el arte. Bueno, Winograd nos replicó en silencio con su trabajo. Apta para todo tipo de público y hecha por un puñado de gente talentosa que sabe de nuestra industria, "Mi primera boda" marca un camino que esperamos el cine nacional recorra a la hora de acercarse a lo masivo, conservando calidad.