Un casamiento mixto y caótico
Natalia Oreiro y Daniel Hendler protagonizan esta comedia de situaciones que transcurre en una fiesta donde nada sucede como fue planeado. Grandes actuaciones y una búsqueda estética que acierta, sobre todo, en el timing.
Una boda es un espacio rico para el cine. Tanto para la comedia como para el drama. Lo curioso es que en la dirección que tome, el punto de partida será siempre la locura de sumergirse en ese evento social lleno de tensión, alegría, secretas tristezas, excesos de comida, alcohol y baile. Mi primera boda narra la historia de un casamiento entre un joven de familia judía (Daniel Hendler) y una joven de familia católica (Natalia Oreiro). Serán ellos los narradores del film, los que a cámara vayan contándonos la historia y reconstruyendo los hechos insólitos y catastróficos que ocurren en el día de su fiesta de casamiento. Las acciones principales ocurren en una estancia, lo cual permite aislar a los personajes y producir algunas secuencias particularmente inspiradas y graciosas. El mérito más importante de Mi primera boda es el de ser una película más compleja de lo que parece y esconder, detrás de sus muchas situaciones divertidas, un trabajo arduo tanto de guión como de puesta en escena. Hay imaginación, talento y muchas ganas de dar calidad a cada momento. Es verdad que no todos los gags funcionan igual, ni que todos los personajes están bien logrados. Pero hay momentos de una gran ambición que sí logran llegar a buen puerto y que van mucho más allá del trabajo estándar de género. Incluso, inesperadamente, la película hasta se reserva un espacio para la emoción. Dos aciertos logran generar que, a pesar de sus falencias, la película tenga saldo positivo. Por un lado, el renunciar a cualquier forma de grotesco o de trazo grueso en el que suelen caer los films argentinos ambientados en esta clase de situaciones. Jamás se explota aquí el mal gusto ni se elevan las actuaciones por encima de lo necesario. Y el otro mérito es el de proponer, minuto tras minuto de película, cosas nuevas, momentos que muestran que hay un profundo deseo de hacer un cine de buen nivel. En estos días Mi primera boda será comparada con algunas comedias extranjeras recientes. No es justo, porque sinceramente Mi primera boda está por encima de esos títulos, y su nivel estético y profesional es indiscutible. Elogio final a la pareja protagónica. El maravilloso Daniel Hendler no falla y Natalia Oreiro muestra una vez más que sabe muy bien la diferencia entre el cine y la televisión. El director y el guionista de Mi primera boda, también. Y se nota, porque estamos frente a una buena comedia de cine.