Los caballeros las prefieren rubias
Esta producción dirigida por el debutante, como realizador cinematográfico, Simon Curtis, quien tiene una larga experiencia en TV, es un ejemplo cabal de cómo un filme puede seducir con muy buenas actuaciones, muy apropiada puesta en escena, tanto como la dirección de arte, la recreación de los espacios, con un guión sencillo, hasta por un lado pobre, pero por sobre todas las manifestaciones poniendo en juego el imaginario popular sobre un icono, en este caso sexual, despertando y desplegando el voyeurismo, incluso la morbosidad de la gente, en el sentido menos patológico del termino.
El film narra las vicisitudes de un encuentro, el protagonizado por Colin Clark (Eddie Redmayne), un joven aristócrata, y Marilyn Monroe (Michelle Williams, uno de los primeros símbolos sexuales en la historia del cine sonoro.
A mediados de los años ‘50 éste joven decide ligar su futuro al del mundo cinematográfico. Es con mucha perseverancia que logra ser contratado como tercer asistente de una producción cuyo realizador es el reconocido actor-productor Sir Lawrence Olivier (Kenneth Branagh), quien hasta ese momento había incursionado, con mucho éxito, en el rol de director de producciones que abordaban textos de William Shakespeare como “Enrique V” (1944), “Hamlet” (1948), “Ricardo III” (1955). Como nota de color se podría recordar que luego del fracaso de “El Príncipe y la Corista”, en 1957, (nuestra historia esta inmersa en las semanas de filmación de esta película) Lawrence Olivier cierra su carrera de realizador cinematográfico con “Tres Hermanas” (1970), sobre la obra teatral de Anton Chejov.
El punto de vista sobre el que se asienta todo el texto de “Mi semana con Marilyn” es la del joven que se ve deslumbrado por la estrella inalcanzable para la mayor parte de lo humanos, que llega a Londres para protagonizar el rodaje de esa producción. Marilyn tiene sus motivos culturales, profesionales, de crecimiento, siguiendo un camino que había iniciado cuando comenzó a cursar en el Actor’s Studio con Lee Strasberg como profesor. Por su parte Lawrence tiene otros motivos. La frase que sintetiza esta relación está dicha por el joven Clark, quien le dice que algo no puede ser centrado en esta producción... “pues ella es una estrella que quiere ser una gran actriz, y Lawrence es un gran actor que quiere pertenecer al firmamento de las estrellas. Ninguno de los dos va lograr su cometido con esta película”.
La primera hora del filme, ese momento de presentación de los personajes, subtramas que a la postre no terminan por despegar, instalación de conflictos varios entre los personajes. Los celos y el desprecio incipiente del nuevo marido de Marilyn, el escrito Arthur Miller (Dougray Scott), en contraposición con los deseos sexuales de Lawrence en plena crisis con su esposa Vivien Leigh (Julia Ormond), a los se suma el joven Clark, seducido por Lucy (Emma Watson), una asistente de producción, pero deslumbrado por la rubia estadounidense..
También se constituye en ese momento tanto los conflictos internos de los personajes como los de la interacción entre los mismos, ambos tipos ayudan en esa primera hora a la progresión dramática, situación que agiliza el relato.
En principio despliega la tirantez entre la rigurosidad laboral de uno, Lawrence, y la postura de diva de la otra, como muy irresponsable, o por lo menos que siempre llega tarde. Es en estas situaciones que aparece otro personaje lateral, pero que encarama al equilibrio necesario para llevar adelante el trabajo, una gran actriz inglesa Dame Sybil Thorndike interpretado por Judi Dench, quien cada vez que aparece en pantalla roba por escándalo
En relación a los conflictos internos, sólo son desplegados criteriosamente y en función de la estructura narrativa los inherentes a Marilyn Monroe, los otros, a medida que avanza la historia pierden peso o simplemente desaparecen.
Se trata de una muy buena realización que se disfruta en el momento, mayormente por el deleite que produce las sólidas actuaciones, destacándose Michelle Williams, pero que con el correr del tiempo ira desapareciendo del registro mnemónico para quedar como otra historia de amor trunco, sin subsistir al devenir implacable como una gran película.
(*) Producción que en 1953 realizó Howard Hawks.