¿Existe un ícono femenino más grande, reconocido e influyente que el de Marilyn Monroe? Con una carrera acelerada y majestuosa, así como un final anticipado y lleno de amargura, la blonda actriz dejó una huella inconmensurable en Hollywood, una época que My Week with Marilyn busca explorar a través de un episodio vivido por la misma durante la filmación de El Príncipe y la Corista, una de sus películas más comentadas.
Basada en las memorias de Colin Clark, esta nos posiciona durante la producción de dicho film, del cual Clark fue asistente del director Laurence Olivier (interpretado con puntillez por un grandioso Kenneth Branagh). Representando tan sólo una semana es que podemos introducirnos en la vida y obra de Monroe, quien quizás no haya sido la actriz más talentosa e inspirada de todas, pero tenía un je ne sais quoi en su personalidad que iluminaba la habitación en la que estuviese y, por más tomas que se tuviesen que repetir, finalmente Marilyn lograría encontrar el significado de su personaje y entregar una actuación bellísima.
Quizás la película no explore toda su biografía, sino que se enfoque en un período de tiempo específico, pero este detalle es más que suficiente para desarrollar una buena historia de manera limitada, ya que con este pequeño fragmento se puede encontrar la matriz de lo que hacía de ella una estrella cinematográfica. Por supuesto, la película no tendría el reconocimiento que tiene de no ser por la explosiva y asombrosa elección de Michelle Williams para el papel: si quedaba alguna duda de que esta joven actriz era algo especial, tras ver la cinta dichas dudas quedarán disipadas, ya que cada mañierismo, cada gesto, cada palabra articulada refleja el alma de aquel ícono. Por más que haya un excelente elenco alrededor de Williams (Judy Dench, Julia Ormond, incluso el poco reconocido Eddie Redmayne y la grata presencia de Emma Watson en un diminuto papel), es ella la que, al final, atrae todas las miradas, como su personaje lo hizo en la vida real.
El director Simon Curtis deja entrever que proviene del ambiente de la televisión (su carrera prácticamente está basada en películas para la pantalla chica) y hasta podría decirse que su obra pasaría desapercibida en otro momento y con otro elenco, pero claramente demuestra que tiene talento al conducir con soltura y dinámica un film agradable y bien trabajado. Sus grandes logros recaen en las cuidadas tomas a Michelle, pequeños momentos en los cuales parece que la verdadera Marilyn Monroe está presente en el set de filmación.
My Week with Marilyn puede que no sea tan trascendental como aparenta ser, pero es una intensa mirada al símbolo sexual de los años '50 y '60, tanto en sus faceta pública como en sus momentos en privado, donde la fragilidad, los miedos y las esperanzas de la actriz entrechocaban. Y también para presenciar una clase de actuación de una descomunal Michelle Williams.