A Marilyn con piadosa ternura y gran elenco
«El príncipe y la corista», 1957, es una agradable comedia que juntó milagrosamente el agua y el aceite, esto es, a sir Laurence Olivier y Marilyn Monroe. «El príncipe, la corista y yo», 1995, es la edición del diario de trabajo del meritorio de producción de ese film, Colin Clark, luego director de la televisión británica. En ese diario él anotó detalles de rodaje, líos causados por la impuntualidad e inestabilidad de la estrella, o por la irritante Paula Strasberg con el método del Actors Studio, y también anotó la felicidad que provocaba la hermosa dentro y fuera de los sets. Y el libro «Mi semana con Marilyn», 2000, es lo que Clark confesó ya casi septuagenario, y que hasta entonces había callado discretamente por pudor, o para que no lo tomen por fanfarrón.
¿Pero pasó realmente algo entre ellos, durante la semana en que Arthur Miller se fue a Paris a ver a sus hijos? Un chico recién salido del cascarón, una mujercita de 30 que apenas tuvo infancia, y mucho menos familia, perdida en el campo inglés, agobiada por controles, barbitúricos, pesadillas, en fin, ¿qué puede pasar cuando alguien le presta oídos y hombros a una mujer necesitada de atención y cariño? No contamos más, salvo que a este muchachito lo envidiará más de uno, y que la historia está contada con piadosa ternura, buena ambientación y excelente elenco.
Gran trabajo de Michelle Williams. Carece de la voluptuosa sensualidad de Marilyn Monroe, pero le saca muy bien gestos, timbres, brillos y temblores. Además, un toquecito de ordinariez la ayuda a parecer menos divina, menos «icono», más frágil y verosímil. Kenneth Branagh, francamente, es la personificación de sir Laurence, y su heredero artístico en la vida real. Julia Ormond representa a Vivien Leigh, con su belleza elegante y su incipiente conciencia del otoño. A propósito, el último trabajo de Clark fue con el documental «Larry and Vivien: The Oliviers in Love», 2001.
Los demás papeles requieren caracterizaciones menos exigentes. Igual están tan cuidados como la ambientación. Un detalle sirve de ejemplo: al fondo de una escena, un extra imita exactamente a Norman Wisdom, popularísimo cómico que hoy pocos recuerdan. Otro detalle ennoblece el alma. Cuando recién empezaba, Judy Dench conoció a dame Sybil Thorndike, que cordialmente se acercó a ella y otras actrices novatas para darles aliento. Ahora, que también es dame, doña Judy ocupa el sitial de aquella artista, y la representa en forma agradecida. Director, Simon Curtis, de larga experiencia en miniseries.