Todos los hombres soñaron, sueñan y soñarán con algo así.
Una mujer que apabulló al mundo. Una mujer que detrás de una belleza, glamour y simpática únicas se encontraba una mujer triste, melancólica, necesitada de afecto, atormentada por su propia figura y tan aferrada a la misma, que era imposible escapar de sí.
En Una semana con Marilyn, su director Simon Curtis realiza la adaptación de la obra de Colin Clark, sobre su relación con Marilyn Monroe cuando llegan a conocerse en la filmación de la película El príncipe y el corista. Colin era un joven decidido a trabajar en la industria cinematográfica por eso asiste a la productora de Laurence Olivier insistentemente, hasta que consigue un lugar en la filmación de la primera película en Inglaterra de la mujer más exitosa y aclamada del momento: Marilyn Monroe. Impactado por su belleza, Colin (interpretado por Eddie Redmayne) comienza a ganarse la confianza de la actriz (una maravillosa Michelle Williams), quien pasa la mayoría del tiempo de la filmación entre caprichos, indecisiones sobre su performance, repeticiones por no recordar la letra y angustia porque es ridiculizada en más de una ocasión. Bajo la mirada de su admirador, ella es alguien adorable, decidida y simple, en busca de contención constante y una depresión por un pasado que no la abandona a pesar de ser la persona más importante de su época. Amada y admirada, envidiada y ridiculizada, ella sigue su vida bajo ansiolíticos, tratando de encontrar a la gran actriz que todos ven en ella.
Colin será la persona de más confianza en la última semana de la actriz en Inglaterra, cuando Arthur Miller ha vuelto a Estados Unidos, y ella se encuentra triste y abatida por unos escritos que hablan mal de sí y están redactados por su propio marido. En esa semana, la relación entre Colin y Marilyn será para recordar. Él será la persona que alegra sus días y con quien se siente más a gusto. Alguien donde sacar la fama por la ventana y lograr armonizar a la persona detrás del personaje: una mujer débil, sensible, dueña de su cuerpo y sus actitudes: una seductora empedernida.
Esa es la Marilyn que nos muestra esta historia, y es todo lo relevante a contar. El resto es un gran adorno para resaltarla, ni siquiera Kenneth Branagh en su papel de Laurence Olivier logra brillar. Queda reducido a un artista que no logra moderar sus ánimos frente a los requerimientos, excentricidades o dudas de la diosa, a pesar de saber que tenerla es lo más importante para que la película sea un éxito.
Las similitudes a la biopicThe Iron Lady son meras coincidencias, ambas son películas centradas en un personaje plenamente femenino y que no apunta más que al desenvolvimiento excelente de la actriz protagónica. Williams (nominada al Oscar por este papel) ha logrado una actuación eficaz, precisa, radiante y seductora. La nueva generación construirá en su inconciente una Marilyn a lo Williams, y de ser así, bien por ambas. Una película bien contada, que logra un timming preciso y no cae nunca. En definitiva es una obra que nos cuenta mucho más sobre Marilyn pero desde una visión más amena y humana, desde un lugar más intimista y reflexivo sobre quien supo ser una de las mujeres más deslumbrantes de todos los tiempos. Marilyn lo fue y lo será, Williams lo mantiene y reconfirma.