Tras su paso por la Competencia Argentina del BAFICI, se estrena en el MALBA esta interesante propuesta sobre coreanos en nuestro país.
Desde que aprendí a amar al extraordinario cine coreano me une un particular interés por ese país. De a poco uno se va vinculando no sólo con las películas sino también con otras expresiones artísticas (como el k-pop, no llego hasta las telenovelas), con sus costumbres, su gastronomía, su idiosincracia. Ya lo saben los expertos en marketing (pregúntenle si no a Hollywood): no hay mejor argumento de venta que los films.
Ese preámbulo viene a cuento de esta película de Cecilia Kang, una muchacha coreano-argentina que filma un documental sobre una profesora de artes plásticas, pero también sobre las distintas generaciones de su familia (la abuela, la madre, su hermana) y sus amigas tanto argentinas como coreanas. Hay un viaje inicial a Corea y varias escenas rodadas en, por ejemplo, restaurantes porteños a los que concurren los vecinos de la comunidad local de ese origen.
La película es sencilla y querible, los personajes son en su mayoría entrañables (aunque tampoco demasiado simpáticos o seductores) y esta mirada de y sobre mujeres se sigue con interés, aunque la (no) estructura, la sensación de deriva no siempre ayuda a sumergirse más de lleno, desde un lugar más emotivo, en las vivencias de los personajes retratados. Así, somos observadores a distancia de un mundo ajeno y por momentos fascinante.