Los documentales familiares han explotado en los últimos años, en buena medida con motivo de la proliferación de cámaras digitales pequeñas, baratas y de buena calidad, lo mismo que equipos caseros de edición, etc. Este filme de Kang –de quien se vio un muy buen corto hace algunas ediciones de HISTORIAS BREVES— intenta hacer lo propio con su historia familiar, partiendo de la base de tratarse de una segunda generación de inmigrantes coreanos. Hay dos historias que se cuentan de manera cruzada y un poco confusa en el filme: por un lado un viaje de la directora a Corea con una profesora de arte suya y, por otro, un retrato de su hermana mayor, quien superó una difícil enfermedad años atrás, además de algunos romances complicados.
Las historias en lo específico resultan entrañables pero no logran cobrar fuerza un poco por el propio montaje confuso del filme y otro tanto porque, por lo bajo, hay otro tema que parece más interesante y que no termina por explorarse lo suficiente y que tiene que ver con las vidas de estos jóvenes argentinos de origen coreano que ya casi perdieron el idioma de sus padres y están prácticamente asimilados a la vida local. Las escenas en las que eso sale a la luz son, sin dudas, las mejores del filme. Las otras, valiosas en cada caso y sin duda centrales a la vida de la realizadora, quedan un poco desdibujadas y recién sobre el final parecen cobrar un valor cinematográfico real y no solo uno personal/emocional. Los riesgos y los valores del diario personal/familiar llevado al cine están todos presentes en este breve, noble y desparejo filme.