Su vieja y querida obra de teatro
Mathias (Kevin Kline) se traslada a París para hacerse de la herencia de su padre, un importante departamento que lo salvará de su banca rota pero se sorprenderá al descubrir que allí vive Mathilde (Maggie Smith) junto a su hija Chloé (Kristin Scott Thomas) y peor aún, según la ley francesa, Mathias no podrá quedarse con su patrimonio hasta que Mathilde fallezca.
Lo que en principio enfrenta a estos personajes poco a poco irá develando su segunda cara, reflejando el conflictivo lazo que los une y ha marcado sus vidas, pero el hacerse cargo de esto les dará la posibilidad de revisar las cosas.
My Old Lady es la obra teatral homónima en la que tiene origen este film, de hecho el director, Israel Horovitz, es a la vez el autor de la pieza original, y estas bases se hacen evidentes en la nueva escritura. Una transposición no sólo se trata de llevar al cine una obra de teatro o literaria, el ideal intenta una traducción del lenguaje, más allá de la posibilidad de hacer exteriores o planos cerrados. El film me ha dejado ésta última apreciación, además de las ganas de ver la obra teatral porque creo que debe superar con creces la película ya que la estructura del relato se debe sentir más cómoda “sobre las tablas”.
Lo que si favorece a Mi vieja y querida Dama es justamente la vieja dama, Maggie Smith posee el encanto para cargarse al hombro esta narración esencialmente teatral que está muy bien acompañada por Kevin Kline y Kristin Scott Thomas. Un elenco de nominados al Oscar es un elemento importantísimo en este tipo de films, no sólo por su capacidad actoral sino también por su público.
En fin, imagino que por mas que la película no resulte convincente, My Old Lady debe ser una linda obra de teatro.
Por Julieta Lupiano