Usufructo afectivo
En Francia existe lo que se llama usufructo vitalicio, es decir, que se puede adquirir una propiedad a un dueño en calidad de alquiler y que por el sólo hecho de vivir en ese inmueble, el ocupante tiene derecho sobre la propiedad hasta el día de su muerte. Además, recibe un pago mensual en calidad de alquiler.
La rareza de esta reglamentación inmobiliaria supone un sistema solidario entre las personas, tanto dueños como ocupantes, aunque para el protagonista, Mathias Gold -Kevin Kline-, quien tras el fallecimiento de su padre recibe en calidad de herencia un departamento en París, significa problemas desde el primer minuto en que atraviesa la puerta y se encuentra con una anciana -Maggie Smith-, quien al conocerlo le comunica que ella no se irá del lugar en el que vive junto a su hija, Chloé -Kristin Scott Thomas- desde hace muchos años.
El departamento perteneciente al padre de Mathias implica para el protagonista un fortuito y no agradable encuentro con el pasado, atravesado de rencores y ausencias. No obstante, la anciana parece conocer otra parte de la historia y además mantener secretos que el propio Mathias no tardará en descubrir, mientras su anhelo por vender la propiedad se acrecienta con el correr de los días en que debe convivir con ambas inquilinas.
El interés amoroso en Chloé opera en este drama dirigido por Israel Horovitz como elemento clave para una gradual transformación del personaje, aunque eso no significa atravesar una etapa redentora ni mucho menos, sino reconectarse con parte de su pasado desde otro lugar y así reflexionar sobre su presente, sus reproches al padre y la propia conducta, en un espacio que al comienzo le resulta ajeno pero que se convierte en un lugar de pertenencia.
La excusa del incidente inmobiliario como motor y detonante de los conflictos entre los personajes funciona en términos narrativos para que desde la sutileza del guión se alcancen dimensiones psicológicas y diferencias en caracteres que enriquecen el universo de Mi vieja y querida dama, destacándose Kevin Klein y su personalidad contra una Maggie Smith un tanto contenida y reiterativa en gestos y tics, aspecto que resulta llamativo tratándose de esta experimentada actriz británica.