Un buen debut como director para Israel Horovitz con Mi vieja y querida dama.
Mathias esta sin un peso ni familia y viaja a París por un departamento que heredó de su padre, con quien no se hablaba. Cuando llega, descubre que Mathilde, una señora muy mayor vive allí con su hija. Todo se complica más cuando se entere que, según la ley francesa, no podrá quedarse con el departamento hasta que Mathilde fallezca.
La historia esta planteada y funciona, mas allá de caer en varios clichés las actuaciones de Kevin kline y Maggie Smith, sumando su química frente a cámara, dan una película interesante y para disfrutar.
A medida que avanza la historia iremos descubriendo secretos, tanto de la Mathilde y su hija como de Mathias y la casa. La primera media hora de Mi vieja y querida dama se presenta en un tono de comedia, que juega entre la vida y la muerte, lo nuevo y lo viejo. Esa comedia se transformando en un drama mas oscuro, pero deslucido.
Se nota en la puesta de cámara, en los planos y contra planos que abundan en Mi vieja y querida dama, que el director viene y aprendió todo del teatro.
No sorprende, pero tampoco desentona. Por momentos es previsible, pero eso no quita la atención de la historia.
Lo importante a destacar es que Mi vieja y querida dama es un buen debut, pero con la sensación que, de no haber contado con semejantes actores, este guion chiquito y simple con una dirección tímida, no fuera funcionado.