LA POCO SALVAJE Y AMARILLA MEDIANÍA
Aprendida la lección de la segunda parte, Mi villano favorito 3 le devuelve la centralidad del relato a Gru contra unos minions que revelaron su caducidad por la vía del exceso: a más minion, menos gracia causan. Más allá de las varias subtramas (hay como demasiada poca confianza en lo que se tiene que contar), esta tercera entrega dirigida por Kyle Balda, Pierre Coffin y Eric Guillon pone en el centro de la escena el conflicto del ex villano, quien conoce a su hermano gemelo Dru y se enfrenta al dilema moral de tener que dejar de lado el bien y regresar a lo malvado. Ese será el mínimo conflicto -no mínimo porque lo sea, sino porque se exhibe como tal- sobre el que la película avanzará de forma fragmentaria, demostrando al fin de cuentas que Gru ya está agotado como personaje y que esta franquicia apenas sobrevive por su increíble llegada al público.
El ejemplo de Mi villano favorito es similar al de Shrek. Su estreno fortaleció a una empresa nueva -antes Dreamworks, ahora Illumination-, se convirtió velozmente en el mascarón de proa de la firma y agotó sus recursos de una manera veloz. La catarata de chistes regulares, lo escasamente seductor que resulta el universo construido, y la endeblez de lo que se está narrando (una sucesión de ideas sin mayor profundidad) es una sumatoria demasiado fuerte como para que el producto llegue a buen puerto. Un ejemplo de esto que decimos es por ejemplo el villano, Balthazar Bratt, que tras toda la iconografía ochentosa que desprende, nunca adquiere un peso real como personaje y mucho menos como antagonista. Es pura superficie.
Tal vez lo único interesante de Mi villano favorito 3 es cómo va construyendo un entramado familiar alrededor de su personaje, película tras película. Si en la primera el tema era la paternidad y en la segunda la posibilidad de encontrar el amor, aquí el vínculo entre hermanos resulta fundamental. Y si hay algo coherente dentro de la franquicia, es cómo el tema de la villanía repercute de alguna forma en los vínculos del protagonista. No es nada complejo el lugar al que llegan estas películas (bueno, la primera tenía su encanto y sus niveles de lectura), pero al menos hay una idea más ambigua que en la mayoría de la producción mainstream animada hollywoodense. Lo que queda como saldo negativo es la idea de que las cosas podrían ser (si sus creadores se animaran) mucho más salvajes y divertidas, como por momentos dejan entrever las peripecias que los minions viven en paralelo a la trama central.
Luego de Mi villano favorito 3, queda demostrado que Illumination tiene claro cómo juntar dinero: estamos ante un film a reglamento, pensado para darle al espectador menos exigente aquello que espera. Ahora sólo falta que se acerquen a la comicidad desbocada de Dreamworks o a la complejidad emocional de Pixar.