En busca del premio a la peor maldad
Si en una película de Hollywood, animada o no, el protagonista empieza pinchándole el globo a un chico, téngase por seguro que a la larga terminará dedicando todo su amor a cuidar niños. De cómo se chupe ese caramelo depende el efecto que produzca Mi villano favorito, en la que una genuina voluntad de diversión (palabra que en el mundo infantil suele rimar con destrucción) convive con un sentido del cálculo empresarial que la hace sintonizar con reconciliación, regeneración y otras degeneraciones.
Como una rama de Superman o Batman que se tuerce para el lado de Los autos locos, Mi villano favorito (primera producción animada de la Universal en 3D) hace enfrentar a un par de exuberantes archivillanos que buscan ganar el premio a la peor maldad, en un mundo de máquinas hiperreductoras, monstruitos domésticos, extraños objetos voladores y pistolas lanzapedos. Millonario excéntrico, irredimiblemente malo, cuando se entera de que algún rival desconocido hizo volar por los aires la pirámide de Giza, un tal Gru (voz de Steve Carell en copias subtituladas; en las dobladas viene con acento alemán) se propone subir la apuesta y robarse la Luna. Para ello pide ayuda a su inventor de cabecera, que aconseja conseguir una maquinita achicadora, reducir la Luna al tamaño de una pelota de tenis y traérsela a casa. Claro que para eso habrá que recuperar la máquina de manos de Vector (voz del comediante Jason Segel), nerd de anteojitos y flequillo, que no es otro que el tipo que hizo lo de Giza.
En la línea disparatada con la que parte de la competencia busca moverle el piso a Pixar (recordar La familia del futuro, Horton, Lluvia de hamburguesas, Monsters vs. Aliens), tras ver alejarse de su lado a Dreamworks Animation, la Universal se lanza sin frenos a un mundo de deseos infantiles. En ese mundo, Gru parece un Fulgencio malaleche, Vector el nerd vengador y un ejército de ayudantes chirriantes, llamados minions, se roban el show, como los pingüinos de Madagascar, las ratitas de Shrek o la ardilla Scrat. Aunque si a algún bicho previo se parecen es a los gremlins. Tubulares, amarillos y gomosos, hablan en una jerga aguda y balbuceada, eventualmente con remedos de la lengua humana, y hacen absolutamente lo que se les canta. Conscientes de lo que tienen entre manos –y también de contra quiénes están compitiendo–, no por nada los productores empiezan la película, antes de los títulos incluso, con un minion que le toma el pelo a la lamparita de Pixar. Póngase la firma, de aquí en más habrá cortos de los minions, merchandising de los minions, serie de los minions y película de los minions. No les va a ir mal, por cierto.
Se le moja la oreja a Pixar, pero a la vez se le roba descaradamente. Como Up, Mi villano favorito cruza a un gruñón con un chico. No con uno, en verdad, sino con tres. Huerfanitas, para más datos. Gru las adopta, primero por interés, más tarde por amor. La menor de ellas, morochita, de trenzas, amorosa, agarrada siempre de las piernas de este Pierre Nodoyuna llamado Gru, podría ganarse un juicio por plagio: es una copia desfachatada de Boo, la nena de Monsters Inc. Dejando de lado la copia y el cálculo, cuando Mi villano favorito se entrega al furor y la locura es tan disfrutable como podría serlo una banda de gremlins sueltos en una juguetería. Pero la copia y el cálculo no pueden dejarse de lado.