Gru es malo, y le gusta serlo
Animación 3D con un maldito tan despreciable... y tan querible.
Las buenas películas suelen ofrecer un plus. A los lineamientos generales de su trama le adosan miradas o subtramas, capas superpuestas para que, en una visión lineal, se vea el conflicto y lo más rudimentario, pero a poco que se escarbe en el relato se encuentren otros elementos más para disfrutar.
Y eso es lo que pasa, al menos en la primera hora de Mi villano favorito , filme animado en 3D, cuya producción es de estadounidenses y la animación, francesa. Semejante combo redunda en una incorrección política de su personaje principal, un malvado que responde al nombre de Gru y que debido a los traumas que tiene por su relación con su madre, el exacerbado sentido de su egocentrismo, los celos por otro villano más joven y consentido, y su claro sentimiento de inferioridad lo vuelven tan despreciable como… querible.
Gru es malo y le gusta serlo. Maltrata a todo el mundo, escapa de la Justicia y tiene un plan para convertirse en el villano más grande de la historia. Su deseo es robar la luna (!) y para lograrlo necesita un invento: con un rayo encogedor, se convertirá en el ladrón más importante, ejem, del universo. El problema es que Gru, que tiene a sus Minions –unos personajitos amarillos de uno o dos ojos, que en algo remedan a los marcianitos de Toy Story - y a un científico, el Dr. Nefario, que le fabrica los gadgets como si fuera el Q de James Bond, le falta aquel invento supremo, que ahora está en manos de Vector, el villano soberbio y más joven con el que compite.
La película podría circunscribirse a la lucha descarnada entre estos dos maléficos personajes, pero –por fortuna del filme hay un pero- ingresan en la historia las tres hermanitas huérfanas a las que Gru adopta, no por sentimentalismo si no por una razón de necesidad: cree que con ellas logrará ingresar en la mansión guarida de Vector y robar el rayo encogedor.
Entre los muchos puntos a favor que tiene Mi villano favorito uno que cuenta y mucho es el humor, el delirio de algunas secuencias –su visita al banco, sus intentos por ingresar a la mansión de Vector- y principalmente el hecho de que Gru no viva como otros villanos algo dementes en una isla alejada del mundo. No. Gru vive en una casa sin pasto en los suburbios de una ciudad, tiene vecinos y se mueve como pancho por su casa. Gru puede ser el hombre de la próxima puerta.
Los más pequeños seguramente se perderán algunas de las humoradas de Gru, pero disfrutarán el triple con las huerfanitas (¿alguien dijo Las Trillizas de Bellville ?), con los Minions y con la escasa suerte de Gru. Que sí, empezará a encariñarse con Margo, Edith y Agnes –la más pequeña y cuyos ojitos enternecen tanto o más que los del Gato con botas de Shrek -.
La composición de Gru (en el original, la voz es de Steve Carell) es magnífica desde lo visual, pero también desde la voz. Es una cruza entre un alemán y un ruso de la Guerra fría. No es el único malo. La Srta. Hattie, a cargo del orfanato donde estaban las hermanitas, también tiene lo suyo, y qué decir de la mamá de Gru.
Mi villano favorito acerca a los chicos a un antihéroe, demuestra por enésima vez que los malos pueden ser más entretenidos que los héroes, descoloca los cimientos de la narración convencional de películas para niños y si bien no llega a la excelencia de Pixar en cuanto a los toques sentimentales, tampoco es la andanada de gags sin ton ni son de algunos títulos de DreamWorks. En fin, es una película que disfrutarán –y es la tercera vez que utilizamos el término- tanto los grandes como los chicos.