Nanni Moretti es uno de los autores fundamentales del cine contemporáneo, uno de los más reconocibles, uno que ha brindado películas incandescentes con muchos elementos autobiográficos (como François Truffaut, Federico Fellini o Woody Allen, por ejemplo). En Mia madre el tema, el organizador, es obviamente la figura de la madre. Con mayor precisión, la enfermedad, internación y muerte de la madre de los protagonistas. La película se basa en la muerte de la madre de Moretti, Agata Apicella Moretti, que murió a los 88 años en 2010. Agata actuó en Aprile como madre de Nanni, y su apellido fue el que usó Moretti para su personaje más recurrente en su cine hasta Palombella rossa: Michele Apicella. En Mia madre, el personaje protagónico es director de cine, como Moretti y como su personaje homónimo en Aprile. Pero aquí estamos frente a una protagonista femenina, una directora de cine llamada Margherita interpretada por Margherita Buy (sus ojos son de los más cinematográficos del mundo) que rueda una película sobre conflictos de trabajo; una película política, social, como El caimán, como La cosa, como Aprile. Margherita tiene muchas de las características que conocimos de los distintos personajes que ha interpretado Moretti en sus propias películas.
Moretti actúa, pero es una actuación de menor protagonismo, en un rol que parece -en varios aspectos- la versión en negativo de sus personajes habituales: su Giovanni es calmo, centrado, tranquilo, capaz de escuchar y comprender sin enojarse. Mia madre ofrece otra experiencia autobiográfica, ahora mayormente descentrada, desplazada, y Moretti propone con sobriedad y sabiduría una forma oblicua de entrar en un tema doloroso, en un cataclismo personal y universal. En Mia madre la vida de Margherita se pone en perspectiva: el amor, la maternidad, la filiación, el trabajo, el pasado. Y es posible leer cada apunte en función del cine anterior de Moretti y así ver cómo Moretti revisa su cine, que por sus características constitutivas es también una revisión de su vida. Cada apunte, para los morettianos, es de una riqueza que se presenta como toda su filmografía: sin alardes, con permanencia estilística, con una distancia y estabilidad pudorosas (esas que no respeta el camarógrafo de la secuencia inicial de la película dentro de la película). De forma sigilosa, el autor italiano construye una de las películas más cabalmente emocionantes del año, una película depurada, tan exacta como cargada de sentimientos. Por último, la escena final revela otra vez la inteligencia y la modestia de Moretti. El cine sigue.