Esta es una de las mejores películas del año, sin la menor duda. A Nanni Moretti le preocupan cuatro cosas: la política, el cine, los afectos y él mismo. En sus films menos logrados (ninguno es malo, por cierto) la amalgama de los cuatro intereses resulta desequilibrada. En los mejores, construyen un mundo que además propone preguntas y algunas respuestas. Mia madre narra la historia de una directora de cine comprometido en un momento de crisis: tiene una estrella insoportable, su madre está viviendo sus últimos días en un hospital, su hija adolescente no le presta atención, su hermano se ha cansado del trabajo. Las preguntas de Moretti (para qué sirve el cine, para qué se milita políticamente, para qué se vive, para qué se muere) circulan por el film de manera sutil, entre momentos de humor y una tristeza por la pérdida -y el gran tema de todo el arte, el paso ineluctable del término- de un modo terso, apaciguado, que congrega toda la emoción del auténtico melodrama con un realismo ocasionalmente interrumpido por el arranque onírico. Es, también, un gran retrato femenino, de una comprensión casi absoluta, que puede explicar mucho sin que el personaje pierda su misterio. El mérito de Moretti se complementa con la actuación monumental de Margherita Buy, tan bella y tan triste. Otro: hacer que John Turturro sea “insoportable” en la medida justa (lo que hace el americano es perfecto y engaña el oído y la vista). Bueno, sí: la mejor película del año.