Detrás de las cámaras.
Afortunadamente para Italia, Nanni Moretti es la voz de una izquierda intimista, reflexiva, que mira sus errores no desde un punto de vista dogmático, electoral o maniqueo, sino cultural, o más bien político en un sentido de construcción social de hegemonía. Sus películas son un manifiesto, una intervención pública a través del cinematógrafo que llenan de sensatez y reflexión a un mundo caótico y mecánico.
En Mia Madre (2015), Moretti se transforma en espectador de su propio drama a través del personaje protagónico de una directora de cine, Margherita (Margherita Buy), que intenta -con muchos problemas- realizar una película de tesitura social sobre una empresa italiana adquirida por una corporación norteamericana. En medio de la confusión y los rumores, los trabajadores de la fábrica se enfrentan a la nueva dirigencia tras enterarse que la mayoría de ellos serán despedidos en una reestructuración. Durante la filmación, la directora debe convivir con los dilemas de la película pero también con su vida privada inescindible de su propuesta pública. La vida de su madre se extingue de a poco internada en un hospital por un problema pulmonar que dañó su corazón, mientras su hija adolescente le plantea sus caprichos y sus relaciones de pareja se hunden. A todo esto se le suman las peripecias que acontecen con el recién llegado protagonista del film, Barry Huggins (interpretado por John Turturro, en un papel a su medida).
La película hace convivir el realismo con la reflexión existencialista sin dejar de lado el tono cálido que caracteriza al cine de Moretti. Como siempre el director no puede dejar de lado su necesidad de actuar e interpreta el papel del hermano de Margherita, que intenta buscar el equilibrio allí donde éste se ha perdido. Así vamos encontrando que el film, de neto recorte social, se transforma en un drama existencial que por momentos se trastoca en una comedia sobre las dificultades de hacer cine, a partir de las apariciones de un burlesco Turturro. La banda de sonido basada principalmente en el extraordinario Cuarteto de Cuerdas de Philip Glass, interpretado por Kronos Quartet, impone un ritmo reflexivo y melancólico que acompaña la mirada de Margherita del presente y del pasado hacia el futuro. También son destacables las melodías de Ólafur Arnalds y las grandiosas canciones Baby’s Coming Back to Me de Jarvis Cocker y Famous Blue Raincoat de Leonard Coen, para influir en la psique del espectador a través de guiños hacia la cultura pop actual.
Moretti tiene muy claro su discurso, el cual asume la necesidad de un compromiso social con una verdadera inserción en las prácticas de los trabajadores y sus problemas para construir una alternativa siguiendo a los mejores teóricos de la izquierda europea italiana con vistas a reconstruir esa misma izquierda que boya perdida, mientras los indignados -en función de las diatribas del ajuste comunitario- toman las riendas al ver a unos políticos que siguen hacia adelante sin acuse de recibo de las señales del agotamiento de un sistema económico que parece al borde del abismo. Probablemente Moretti tenga razón y sea hora de mirar hacia atrás para encontrar un punto del cual aferrarnos y así comenzar a construir nuevamente desde los escombros.