Fundido a negro
Los recuerdos, anhelos y fantasías de Margherita (Margherita Buy) hacen cola para entrar al cine en la nueva película del realizador italiano Nanni Moretti, aquel de Caro diario (1993) y Habemus Papam (2011), entre otras. Pero aparecen como la representación dentro de una puesta en escena rigurosa, en la que el director desarrolla la historia de duelo de una hija en la última etapa de vida de su madre, momento que la encuentra en una profunda crisis personal y a la deriva de un rodaje.
La película dentro de la película, o mejor dicho, el cine dentro del cine, es una idea y tópico ya explotado por Moretti, por ejemplo en Aprile (1998) durante la filmación de un musical protagonizado por un panadero comunista. En este caso singular, se trata de una historia relacionada con la crisis laboral en una fábrica de la que tomará posesión un empresario estadounidense, interpretado por el actor John Turturro, en un personaje también de actor norteamericano que se suma a esta coproducción con Italia para ponerse a las órdenes de una directora europea y así salir de la rutina industrializada hollywoodense.
Las tribulaciones y neurosis de una directora que no puede dirigir al equipo (se dice que todo equipo de filmación es como una gran familia), que no sabe realmente comunicar lo que quiere y necesita de cada uno de ellos para llegar a buen puerto con el rodaje se yuxtapone, casi simétricamente, con la crisis interna de la protagonista, para quien la vida junto a su madre también quedó a la deriva y en una cola, a la espera.
No es un dato menor puntualizar que lo que ocurre en Mia Madre, respecto a la pérdida durante el rodaje, es un acontecimiento real: la madre del propio Moretti había fallecido mientras él rodaba Habemus Papam (2011). A esa información debe sumarse la elección del director de desplazar su mirada al reservarse, en Mia madre (2015), el personaje del hermano, quien parece estar más preparado para la despedida que ella
Sin embargo en paralelo, Mia madre también expone las relaciones entre madres e hijas dado que la directora en su doble rol también reflexiona sobre su propia relación con su hija adolescente, desconocida para ella en muchos aspectos al haber focalizado su trabajo en lugar de reforzar los afectos y vínculos, circunstancia que a su crisis no le aporta demasiado alivio, aunque la ayuda a recomponer, en cierto sentido, lazos con una madre lúcida pero que no escapa a su realidad y también espera.
Si bien el registro bucea el melodrama intimista, la película más cercana no es otra que La habitación del hijo (2001), donde Nanni Moretti también construye un relato sobre la culpa y el duelo; sobre los roles dentro de una familia y más precisamente sobre la muerte, pero a diferencia de aquel film, en Mia madre (2015) surge el apunte humorístico de la mano de John Turturro y sus cuestionamientos y padecimientos con la directora en las escenas más importantes de la película sobre la crisis laboral. Parte de esos chistes responden exclusivamente a la ironía y al mecanismo de catarsis de Nanni Moretti, para purgar sus propias obsesiones como director y dar rienda suelta a la autorreferencia, sin apropiarse esta vez de un personaje como hiciese en otras oportunidades.
No obstante, la emoción también se desprende de la sutileza y el despojo de solemnidad y golpe de efecto, una ética y coherencia por parte del cineasta que crece película a película, respetable y encomiable tratándose de un film de estas características, con su ritmo interno plano a plano y una sensación de libertad y desprejuicio que se respira desde el inicio hasta el corte definitivo.