Midsommar

Crítica de Jihad Ghannam - Cuatro Bastardos

Midsommar: Ni el terror ni la risa esperan la noche.
Del director de Hereditary (2018), llega un film de terror, comedia, ¿romance? y gore que te hará replantearte tus próximas vacaciones con amigos.
Midsommar (2019) es la segunda película dirigida por Ari Aster tras El Legado del Diablo (Hereditary, 2018). En su nuevo proyecto, Aster narra un viaje de universitarios hacia Suiza donde los involucrados presenciarán un festival pagano aparentemente inofensivo que poco a poco irá tomando tintes cada vez más siniestros. En esta nueva cinta se mezcló lo cómico con lo aterrador, el suspenso con el gore y el melodrama romántico en un largometraje no muy memorable para el futuro pero sí interesante para el presente.
De buenas a primeras hay que mencionar los cortometrajes del director como es el caso de BEAU (2011), donde toca una trama de suspenso con un clímax un tanto cómico entre el protagonista y el perpetrador de su casa. Aquí ambos se miran sin moverse y no paran de gritar durante varios segundos luego de que el malhechor perdiera un dedo, esta clase de humor retorcido es un sello particular del director que se repite en Midsommar, dado que la risa surge muchas veces, algunas de manera intencional, otras como reacción a la incomodidad. En el primer caso destaca Mark (Will Poulter), quien aporta la comedia al caldo de terror y gore que terminará siendo este filme al momento de los créditos. El personaje de Poulter tiene múltiples momentos de gracia, desde unos diálogos sobre su asco a las garrapatas que son de lo más hilarantes hasta una metida de pata con cierto lugar sagrado que recordará a alguna comedia irreverente como Family Guy o South Park.
Las escenas cómicas redactadas en el guion de Aster y capitaneadas ante la cámara por Will Poulter, son las únicas que dejan ver al miembro más prometedor del elenco, debido a que Poulter ejecuta su papel cómico sin recurrir a la morisqueta o a la sobreactuación. Su desempeño es tan carismático que contrasta con las actitudes tipo saga de Twilight que tienen los demás actores en sus interpretaciones donde abunda una actitud de “soy todo serio porque soy cool, miren mi boca entreabierta mientras bebo mi café de Starbucks”.
Siguiendo este hilo del humor provocado intencionalmente por el director, los planos juegan un papel tremendo para lograr este propósito. Algo tan trágico como un suicidio — o más bien eutanasia cultural de acuerdo a los nórdicos de la secta— puede ser motivo de risa cuando se filma en un plano muy abierto a la suficiente distancia de las personas como para hacerlos ver diminutos al igual que los muñecos de pastel. Aquel suicida luce ante los ojos del espectador como un monigote microscópico haciendo de kamikaze, en una escena sin música aterradora ni nada por el estilo que además culmina con las manos de los miembros de la comunidad —secta— moviéndose como la de unos nenes de colegio preescolar que bailan El Puente de Londres se va a Caer. Esta incongruencia de factores causa la risa en múltiples momentos del film que a pesar de todo resulta tedioso de mirar al cabo de una hora.
Por otra parte, existen momentos de risa accidental como la escena del coito donde algunas de las “observadoras” no tienen mucho criterio sobre el espacio personal, lo que produce una incomodidad que algunos podrían manifestar con la risa hasta que el director le recuerde a la audiencia que se trata de un filme de terror. Uno de los factores que siempre recuerda el género esencial de esta película es el personaje de Pelle (Vilhelm Blomgren), un sujeto con facha de hippie que luce tan tranquilo que perturba, cuya voz angelical explica los rituales de sacrificios humanos perpetrados por su comunidad de una forma tan dulce que te eriza piel, para ponerlo simple, si Pelle saliera en Los Simpson, sería miembro de «Los Movimentarios».
La relación de Pelle con Dani (Florence Pugh), nuestra querida protagonista, es de una tensión sexual pecaminosa puesto que Dani es la novia de Christian (Jack Reynor). Este triángulo amoroso no quedó del todo bien dibujado, sólo se puede inferir “algo” al ver a Pelle portando una corona de helechos y a Dani nombrada “Reina del Trabajo”, en lo que corresponde a un agujero en la trama de esta película cuya premisa inicial se presenta con demasiada importancia para no ser retomada nunca más, salvo por una pesadilla de Dani que tampoco guarda influencia alguna con el resto de la película. Es decir, el incidente que abrió el telón de esta historia sólo sirve como argumento para que Dani viaje a Suiza junto a su novio, algo que bien podía resumirse en “un pelo de co… tira más que una yunta de bueyes”.
Si algo hay que aplaudir de Midsommar, es el manejo de la paleta de colores y la iluminación dentro del filme, Henrik Svensson (diseño de producción) y Pawel Pogorzelski (director de fotografía) impregnaron de azul oscuro y dorado las primeras escenas junto con un uso de las sombras que no interfirió con la apreciación de los rostros de los actores. Esta penumbra marca el género de terror desde el inicio y éste se mantiene cuando llegan las escenas en exteriores campestres, donde si bien la luz del sol y los colores claros dominan el encuadre, lo hacen lucir tan bello que, junto con las actuaciones de los extras, nos queda claro que algo malo va a pasar. A esto le sigue el manejo de los planos, Ari Aster demostró tener talento para comunicar algo al principio del filme que es de vital importancia para entender un suceso perturbador. Se valió de un travelling para mostrar ciertas sábanas con ciertos dibujos que quedan grabados en la mente del espectador, quien más adelante los retoma por puro instinto al ver el plano detalle de un objeto muy peculiar, ambas piezas unidas develan un suceso ocurrido fuera de cámara con tanta claridad que el público gritará con repugnancia al deducirlo.
Aster se ahorró un par de escenas con esta maniobra y empleó únicamente la parte visual para construir semejante cosa en la cabeza de los miembros de la audiencia, un acierto que en esta ocasión apareció en el amanecer de la carrera de este director. En este orden, su manejo de las elipsis traen unas bastante interesantes, todas poseen el añadido de inspirar a alguien más a imitarlas, por lo que no sería sorpresa que un par de años en el futuro se conviertan en un recurso recurrente en películas, series y/o comerciales. Una cámara que sigue a la protagonista al baño y que tras un giro la muestra en el tocador de un avión, una ventana de la aeronave que tiembla y pasa a ser la de un auto o un giro de 360 grados que acorta un viaje en carretera… en fin, lo más creativo visto en saltos de tiempo desde Birdman.
Son de destacar los temas que el director toca en este filme, como la dependencia entre las parejas o la forma de lidiar con las rupturas, si bien Aster estaba en proceso de divorcio al momento de escribir esta película, usó estos tópicos de una forma tan fundamental para la historia que podrían convertirse en materias recurrentes. No es para menos, al inicio mostró una “apertura de telón” al estilo de Wes Anderson y durante el resto del filme exhibió su peculiar sentido del humor, aspectos que podrían convertirse en la firma de un futuro autor cinematográfico.
En conclusión, Midsommar (2019) es una obra primigenia de lo que podría ser una carrera brillante, pero no por ello deja de estar atrapada dentro de la categoría de “películas Coca Cola”, te la tomas, la disfrutas y la expulsas para no volver a pensar en el contenido de la lata. Es una buena opción para degustar con amigos o pareja en casa pero no para pagar una entrada de cine en tu único día libre, como diría uno de nuestros amigos de Chernobyl: Not great, not terrible.