Midsommar

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Dani (Florence Pugh) y Christian (Jack Reynor) atraviesan una dura crisis de pareja que ha dejado realmente afectada su relación. Ella convive con un terrible trauma producto de la muerte de su familia. Los amigos de él creen que la relación ya ha llegado a su fin. Sin embargo, ambos deciden darse una oportunidad, y qué mejor para ello que disfrutar de un retiro vacacional en una idílica isla sueca donde viven los familiares de uno de sus amigos.

Viajan todos, la pareja y los amigos, a un festival de verano que se celebra una vez cada 90 años en una remota aldea de Suecia. No solo es por tomarse vacaciones, sino por el interés antropológico que este grupo de estudiantes ve en las costumbres de la aldea. Christian y uno de sus amigos, Josh, están preparando su tesis y les atrae lo raro y arcaico que ese el lugar.

Pero luego de la fascinación y la experimentación con drogas, el grupo descubre que la aldea encierra sus secretos. Los rituales paganos del lugar perturban inicialmente a todos, pero aun así no huyen despavoridos del lugar frente a la primera situación de extrema violencia.

Uno de los mayores atractivos de esta película de terror es como maneja con ironía el relativismo cultural. Lo que en cualquier circunstancia serían crímenes inaceptables que deberían ser inmediatamente denunciados, acá son vistos por estos jóvenes progresistas estudiantes de antropología como una cultura diferente. La ironía es que sí, la cultura es diferente, pero es criminal, cruel y monstruosa. Los jóvenes civilizados lo descubrirán cuando sea demasiado tarde.

También en la película hay un análisis de cómo funcionan los cultos y las sectas. Dani, vulnerada por su tragedia familiar y en crisis con su pareja, deja demasiados flancos libres para que las ideas demenciales de la aldea operen sobre su mente y la hagan sentirse, aun en el horror, más a gusto que en la civilización.

Interesante como película de terror diurna, las únicas limitaciones que podrían criticársele a Midsommer tienen que ver con un excesivo esteticismo y una crueldad por momentos innecesaria. Sí queda claro que quien vea la versión completa estará tentado a cerrar los ojos en más de una ocasión. Como dato final para quienes se interesen por esta clase de títulos, un par de películas vienen a la cabeza del espectador al ver Midsommer: The Wicker Man (1973) de Robin Hardy y Seconds (1966) de John Frankenheimer. Una trilogía para no dormir tranquilo, ni siquiera de día.