La guerra según Roland Emmerich, es la propuesta de "Midway: Ataque en Altamar", otro film que propone una visión heroica de los caídos estadounidenses, y lo hace queriendo imitar el estilo de los film bélicos de los años ’50. De vez en cuando aparece un film bélico que ofrece una mirada diferente sobre un hecho histórico que tiene, como mínimo, dos bandos.
Alguno que cuestiona el belicismo per se, o las políticas de Estado que llevaron a esa situación; o que trata de rescatar a los pequeños héroes anónimos de pequeñas misiones; o nos habla de las heridas psico sociales que deja el campo de batalla; o mínimamente busca una alegoría artística imponente que la aleja de la mera propaganda.
No es ese el caso de "Midway: Ataque en Altamar", el nuevo film del alemán más yanquirizado, Roland Emmerich. No podíamos esperar menos.
Un hombre que puso al mismísimo presidente de los EE.UU. a pilotear un jet contra los aliens, y a otra presidente años después inmolándose por su país en el segundo ataque extraterrestre; que hizo viajar a un lagarto gigante de Japón a EE.UU. porque consideraba que el Madison Square Garden era un buen lugar para incubar; y suele poner a ciudadanos comunes y silvestres a salvar las papas de todo un país frente a catástrofes naturales que solo se emperran con ese territorio.
Ese es Roland Emmerich, y ahora, por segunda vez (luego de abarcar la guerra civil norteamericana en "El patriota", quizás uno de sus mejores films), vuelve al clima bélico con "Midway: Ataque en Altamar". La batalla de Midway fue un conflicto marítimo en el Océano Pacífico en el marco de la Segunda Guerra Mundial entre el 4 y el 7 de junio de 1942, y se considera que entre el bombardeo a Pearl Harbor y esta batalla se decidieron los pasos siguientes y definitivos de la guerra frenando la expansión de Japón como potencia bélica.
No es casual, si en un film tenemos que buscar paralelismos para saber qué podemos encontrarnos en "Midway: Ataque en Altamar", es Pearl Harbor aquel panfleto de Michael Bay que intentó aprovechar la oleada histórica de "Titanic" para contar una historia de amor tripartita con el famoso bombardéo naval como fondo, y figurita para lanzar risibles frases y alegorías pro estadounidenses. Aquí no hay una historia de amor, por lo menos no una con los tintes telenovelescos de conflicto como en aquella.
Lo que sí hay es un punto de vista disperso entre varios personajes, algunos en el campo de batalla arriba de los barcos y los aviones, otros tomando decisiones en tierra firme, y otros (o mejor dicho otras) como los civiles sufrientes por tener a sus parejas dando combate, aunque orgullosas de la valentía de sus novios/maridos.
El guion de Wes Tooke intenta hacer un fresco desde varios lados, partiendo desde el sorpresivo ataque japonés en la base de Pearl Harbor. EE.UU. y Japón se encontraban en plena negociación, y ese ataque recrudece las relaciones hasta cortarlas. A partir de ahí, comienza un juego de ajedrez en el que siempre Estados Unidos quedará como el heroico que trata de defender a la sociedad de un irracional ataque.
Todo hasta llegar a este nuevo ataque japonés que da título, y en el que los norteamericanos finalmente saldrán triunfantes, sin por eso no sufrir importantes bajas. Emmerich no es un hombre que sepa de sutilezas, y el novel Tooke parece haber estado a sus experimentadas órdenes.
En "Midway: Ataque en Altamar" podemos encontrar todo lo que nos esperamos de un film propagandístico, eso sí, tuvieron el decoro de no mostrar excesivamente la bandera; probablemente sea redundante con las cosas que tenemos que escuchar. No sabemos si en el film hay una suerte de autoconsciencia, pero a segundos de iniciado, lo primero que escucharemos es “Esto es ridículo”, casi anunciándonos lo que estamos por ver.
Luego, acercándose el final, alguien dirá “Esto está por terminar”, en fin. La idea de propaganda de "Midway: Ataque en Altamar" es la de crear dos bandos con posiciones bien diferentes. Por un lado, los estadounidenses son ciudadanos de bien, con familias bien constituidas, un futuro por delante, son galantes, y tienen el heroísmo marcado a fuego.
Por el otro, los japoneses son entre pérfidos, inconscientes, o plantean una obediencia debida, de cumplir con su déspota líder aunque no estén de acuerdo, y su sacrificio no será heroico sino inconsciente por un valor sin peso real.
Alcanza con ver la recreación de la mítica frase “hemos despertado a un gigante dormido” para ver cómo será el resto del film. Aún con esto, casi irónicamente, la película está dedicada a soldados y marines estadounidenses y japoneses. Quitando la propaganda de lado. "Midway: Ataque en Altamar" responde por un lado a un estilo de film bélico clásico, como aquel que hizo furor entre los ’50 y ’60 con actores como John Wayne y Errol Flynn.
La recreación de época apunta a ser detallista, aunque a veces es un poco recargada. Pero como esto es un film de Emmerich, no puede privarse del bombardeo actual, y un efecto que hace que la propuesta esté pensada para el 3D y la pantalla grande, inmensa. En palabras claras, todo repiquetea digitalmente y se nos viene encima.
El elenco es numeroso y se divide entre actores clásicos como Patrick Wilson, Dennis Quaid, Aaron Eckhart, y Woody Harrelson (con un aplique capilar que lo asemeja mucho a Rutger Hauer), y otro más joven como Luke Evans, Keean Johnson, Nick Jonas, Darren Criss, o Mandy Moore. Ninguno destaca ni se empantana.
"Midway: Ataque en Altamar" no es una película de actores. Obvia, morosa, y por suerte, no excesivamente larga, debemos decir que posiblemente no quede en el recuerdo de los mejores films bélicos de la historia. Como entretenimiento, para quienes no hacen análisis subcutáneos, la propuesta cumple, básicamente porque ya sabemos con que bueyes ara el señor Emmerich y no se le puede exigir más a esa legendaria yunta...o si?