Desde que los Estados Unidos de América se convirtió en una nación independiente en 1776, han estado involucrados en numerosos conflictos bélicos. La paz solo se mantuvo por dos quinquenios, uno en el siglo XIX y otro en el siglo XX. La batalla de Midway, que debe su nombre a las cercanías del archipiélago donde se libró el combate aeronaval, fue un punto de inflexión en la Guerra del Pacífico que libraron americanos y japoneses en la Segunda Guerra Mundial. El atolón Midway, llamado así por estar a mitad de camino entre Asia y América, se encuentra situado al noroeste de Hawaii, su ubicación representaba un punto estratégico para la armada nipona. Una vez más, el cine de Hollywood recurre a aquella heroica contienda como lo hizo en el año 1976. En la actual versión se repiten algunos personajes de la realizada por Jack Smight. El almirante Nimitz de Henry Fonda queda en manos de Woody Harrelson, el contralmirante de Glenn Ford pasa a un segundo plano en la piel de Jake Weber, mientras que el personaje central del capitán Garth que representaba Charlton Heston, es reemplazado por el teniente Best a cargo de Ed Skrein.
Midway: Ataque en altamar, destaca la heroicidad, exalta los valores patrióticos, prioriza la defensa del estado en relación a la familia, en un clima bélico donde reina la confraternidad y la disciplina. Por su temática y apelación a los sentimientos, se asemeja a aquellas películas bélicas que surgieron tras la caída de las Torres Gemelas o que acompañaron la invasión a Irak, un llamado a la población a enrolarse en las fuerzas armadas. El director Roland Emmerich, especialista en grandes producciones donde se conjugan lo bélico, la acción y la aventura (Día de la Independencia – 1996, El patriota – 2000, El día después de mañana – 2004), intercala con destreza las escenas en espacios cerrados en los navíos, oficinas de comando o en el ámbito familiar, con aquellas que transcurren en el terreno de combate con panorámicas de las flotas navales o las escuadrillas aéreas. En los ataques, tanto el de Pearl Harbor como el de Midway, logra espectaculares momentos de tensión que inquietan al espectador, a través de la combinación de primeros planos de los pilotos en las diminutas cápsulas de los cazas, la desesperación al defender de los que repelen el bombardeo sumada a la angustia en el desbande, y la frialdad de los comandantes imperiales tan propensos al sacrificio y la inmolación. Por otra parte, Emmerich evoca la participación del legendario director John Ford mientras filmaba La batalla de Midway (1942), un documental que ofrece el modo en que percibía Ford el valor de la batalla. La autenticidad que buscaba, se evidencia en la escena en que cae al suelo producto del bombardeo e incita al camarógrafo a seguir filmando, hecho que queda reflejado en el corto, al saltar el marco de la película de 16 mm dentro del mecanismo de la cámara a medida que se sucedían las explosiones.
Un entretenimiento muy bien filmado que hacen llevaderas las casi dos horas y medias de duración, que solo podrá molestar a aquellos que reniegan de la exacerbación del triunfalismo yankee. Valoración: Buena.