Al oír un poco la premisa de Midway, uno siente que se acerca a ser una versión en largometraje del tercer acto de Pearl Harbor (de Michael Bay). Conocida como la batalla en la isla del Pacifico, fue un episodio bélico que significó una victoria decisiva para Estados Unidos ante Japón, apenas iniciada la incursión del país del norte en el conflicto. Sin embargo, tenemos que señalar que la propuesta del alemán Roland Emmerich, a pesar de sus baches, resulta más entretenida que la de Bay.
Perros de Guerra.
La película es, dentro de todo, entretenida. Ello a razón de eficientes escenas de acción llevadas adelante por protagonistas carismáticos. Nos preocupamos por sus fracasos o éxitos: claro está, al menos por aquellos que el guion se molesta en desarrollar. Dicha cuestión trae a colación la pulseada interna que presenta Midway entre ser respetuosa con los hechos (y personajes) históricos, y el entregar una película entretenida. Esta última es quien termina ganando, poniendo en sonora evidencia lo apurados que estaban para cerrar arcos argumentales.
Midway muestra los dos lados de la guerra, no solo en el antes sino en el durante y el después. Un intento de multidimensionalidad noble, pero que queda perdido en el camino por la pulseada recién mencionada.
En lo visual, como es de esperar, es donde sobresale. Con un extenso uso de los efectos visuales y un atento montaje, el film consigue mucha de la tensión que la hace un buen espectáculo. El rigor histórico puede llegar a ser cuestionable, pero no se le puede negar a Emmerich que algo ha logrado en las emociones del espectador: imposible no frustrarse, por ejemplo, cuando un torpedo pierde el blanco enemigo por escasos milímetros.
En materia actoral, destacan Ed Skrein como el carismático protagonista, Luke Evans como su segundo al mando, Patrick Wilsoncomo el oficial de inteligencia que debe diseñar la estrategia, y un Woody Harrelson austero pero eficiente.
Hay otro grupo de actores que si bien sucumben ante el poco desarrollo que les da el guion, eso no quita que hayan ofrecido labores por lo menos prolijas: tal es el caso de Dennis Quaid como el comandante, o un Aaron Eckhartque incluso siendo el más perjudicado de este grupo termina siendo bastante digno. Mandy Moore, como la esposa del personaje de Skrein, y Nick Jonas, como un descarado artillero, no tienen muchos defectos interpretativos pero tampoco tantas virtudes.
Esta crítica no puede evitar pensar hasta dónde ese escaso desarrollo de personajes, ese “mucho abarca, poco aprieta” de arcos narrativos, es culpa del guion y hasta dónde es culpa del montaje. Porque en cuanto a ritmo, como un todo, le sobran veinte minutos; pero uno siente que si los cortes hubieran continuado habrían hecho más daño que beneficio.