Sólo se trata de (sobre)vivir
Una producción hollywoodense que recupera el espíritu del cine clase B con una rubia estadounidense luchando contra un tiburón en aguas mexicanas.
La saga de Tiburón, la franquicia televisiva de Sharknado, Mar abierto, El arrecife, Alerta en lo profundo y sigue la lista. Los depredadores marinos han sido desde siempre favoritos del cine y la TV clase B (o clase Z) y de ese espíritu bebe esta producción algo más mainstream (costó 17 millones de dólares) a cargo de Sony y dirigida por ese siempre eficaz cultor de los géneros que es el catalán Jaume Collet-Serra, el mismo de La casa de cera, La huérfana, Desconocido, Non-Stop: Sin escalas y Una noche para sobrevivir.
La protagonista casi exclusiva del film es Blake Lively (vista en la serie Gossip Girl y que la semana próxima aparecerá también en Café Society, de Woody Allen), quien interpreta a Nancy, una típica rubia estadounidense de veintiipico que viaja a una paradisíaca y oculta playa en México para cumplir con una cuenta pendiente familiar (de allí es una vieja foto que atesora de su madre ya fallecida). Nuestra heroína texana es, además, una eximia surfista y el lugar parece ideal para remontar enormes olas, pero ni los pocos lugareños le informan que el mar está infestado de tiburones.
No tiene sentido anticipar nada más, pero el lector no tardará en adivinar que se trata de una larga lucha para sobrevivir en condiciones no precisamente relajadas ni ventajosas. El correcto guión de Anthony Jaswinski va agregando los elementos necesarios para que la película crezca en tensión, suspenso, morbo y credibilidad (por ejemplo, que ella tenga un background en medicina), mientras que Collet-Serra ratifica esa condición tan noble y poco reconocida de los artesanos que trabajan en la industria: sabe dónde poner la cámara (incluso debajo del agua), tiene oficio para narrar con mínimos elementos (una chica, una isla, una gaviota, un tiburón y... ¡una GoPro!) y salir más que airoso del desafío.
Blake Lively no es una actriz particularmente brillante, pero tiene en claro que lo suyo aquí es hacer de "gringa" promedio en circunstancias extraordinarias (¡una estadounidense sobreviviendo en México, Donald Trump!), mostrar un poco sus curvas y cargarse la película al hombro. Y lo hace con la misma convicción y dignidad con que el guionista y el director cumplieron con sus respectivas responsabilidades.
Quizás le falte por momentos un poco más de vuelo, algo más de humor negro (el poco que tiene es muy bueno) y de delirio absurdo para ser una auténtica heredera del subgénero clase B, pero Miedo profundo asusta y entretiene, sobre todo en una pantalla gigante y con buen sonido. El cine de género en todo su esplendor.