Una chica viaja a surfear a una playa perdida de México y se topa en el agua con un tiburón hambriento. En 86 minutos, el realizador catalán y la protagonista Blake Lively construyen un minimalista pero muy efectivo thriller de supervivencia.
El realizador catalán radicado en Estados Unidos Jaume Collet-Serra tal vez no tenga el prestigio o el reconocimiento de otros colegas españoles suyos que trabajan en el cine internacional pero, sin dudas, es uno de los más consistentes y efectivos realizadores de ese origen que han hecho carrera en Hollywood. Lo suyo no pertenece al mundo de los festivales ni al de las superproducciones, sino que se acerca más a todo lo que sea o parezca “Clase B”: películas de terror, de acción o de suspenso, muchas de ellas de bajo presupuesto.
Collet-Serra arrancó en Hollywood en 2005 con una remake de LA CASA DE CERA, siguió con otro filme de horror como LA HUERFANA para pasar al “género Liam Neeson” con quien hizo tres de sus mejores películas, como DESCONOCIDO y NON STOP: SIN ESCALAS y UNA NOCHE PARA SOBREVIVIR. Y ya está filmando una nueva con él.
Es por esa probada y demostrada solidez que uno presta especial atención cuando su nombre aparece relacionado a un producto que, en principio, puede no parecer demasiado atendible. Es de esos directores que ha demostrado manejar muy bien los recursos cinematográficos para contar potentes e intensas historias con los materiales al alcance, como los clásicos directores de “segunda línea” del Hollywood clásico. Y MIEDO PROFUNDO es exactamente eso, una película de suspenso minimalista en extremo que exprime su limitado material hasta sus últimas consecuencias. Y lo hace muy bien.
Uno podría definir a la película como una cruza entre TIBURON y 127 HORAS, aquel filme en el que James Franco se la pasaba encerrado casi todo el tiempo en un pozo. Es la historia de Nancy (Blake Lively), una estudiante de medicina que duda con continuar su carrera y que viaja a una playa oculta y casi secreta en México a surfear y lidiar con sus asuntos familiares. En medio del agua, y mientras disfruta de las excelentes olas, se topa con un tiburón que, bueno, hace lo que los tiburones suelen hacer: intentar convertirla en su almuerzo. Los tensos 86 minutos que dura el filme se irán en las mecánicas de supervivencia de la chica (que cuenta con muy pocos elementos para ayudarla: una roca, una boya, unos muy útiles aros y cadenas y otras cosas que ya descubrirán) frente a un enemigo implacable y con un estómago difícil de llenar.
Y no hay mucho más que eso. Y no hace falta tampoco. La subtrama con trauma familiar incluido –que ocupa un par de charlas via Skype y fotos usadas cinematográficamente de manera muy poco elegante– no aportan demasiado a la historia y los pocos otros personajes del filme (un par de surfers, un lugareño, un alcohólico, un niño y una gaviota, nada más) cumplen funciones que a la larga tal vez sean importantes, pero que son mínimas y específicas. Es, casi, un unipersonal de la protagonista de GOSSIP GIRL, tratando de resolver con ingenio, conocimiento y algo de suerte una situación prácticamente imposible.
Se le puede criticar a Collet-Serra ciertos planos un tanto similares a videoclips de producciones de trajes de baño de playa (hay, durante la primera parte del filme, un aire a la edición Swimsuit de la revista Sports Illustrated), pero cuando los peligros, las heridas, la sangre y las criaturas marinas empiezan a aparecer el asunto se oscurece y la película cobra su forma, tan funcional como específica y concreta. No le sobra nada, no le falta nada. Director, protagonista, editor y musicalizador son un tándem funcionando a la perfección para producir una “melodía” simple pero perfectamente ejecutada. Son 80 minutos de una rubia texana tratando de zafar de un tiburón. Y punto. No hace falta más que eso para tenerte atrapado…