Qué tal si retomamos con la chica que sale a nadar al inicio de Tiburón? El bicho le agarra las piernas, juega y la arrastra hasta una boya, pero no se la come de entrada”. Esta parece ser la premisa disparadora del film realizado por el catalán Jaume Collet-Serra, y es tan buena como su resultado. Nancy (Blake Lively) es trasladada por un guía local hacia una playa mexicana de belleza extraterrena; el guía no oculta la estereotipada tirria mexicana hacia el gringo; Nancy rechaza las insinuaciones como una pared de frontón. Pero llegó sola al paraíso perdido del que le habló su madre, y una serie de comentarios con el guía junto a videochats con su smartphone establecen que la madre murió de cáncer, que en gran parte por eso ella está allí, y que su compañera la dejó a gamba para quedarse con un chico en el hotel. Bella y salvaje como la playa, Nancy resulta una réplica exagerada en formato humano; rubia, sensual y texana, se quita la ropa con seductora normalidad impostada, a sabiendas de que la verán millones, y entra al mar con su tabla. Con la caída del sol, pronto estará sola y a los saltos, de los restos flotantes de una ballena a un banco de rocas, escapando de las mandíbulas de un tiburón. Y después estará como Rod Steiger, enfrentando a la bestia como heroína de un moderno Melville. Lo que hace al film tan interesante es la unión de recursos conocidos (la protagonista seductora, casi pornográfica del giallo, el suspenso clásico americano) en algo inquietante que hasta parece nuevo. Ideal para ver en función doble con Mar abierto.