Después de La casa de cera y La Huérfana, el director catalán anota otro punto con una historia no apta para hidrofóbicos.
Cuando nos topamos con una película de tiburones, inmediatamente se nos viene a la cabeza el film de culto de Steven Spielberg. Y en Miedo Profundo hay muchas similitudes. Está el aterrador tiburón blanco y una persona que —paradójicamente— queda acorralada por este brutal animal en medio del mar. A pesar de los puntos en común, sin embargo, el film de Jaume Collet-Serra tiene la nobleza de despegarse del relato de Spielberg y adquirir una propia marca autoral.
Y esto sucede por muchas razones, la primera —y principal— porque aquí el tiburón es una excusa (muy bien elaborada, por cierto, que causa gran temor). Desde el aspecto técnico y narrativo la historia es incuestionable. Está muy bien filmada, lo verosímil de este universo funciona a la perfección. Nos creemos todo lo que sucede, las fauces del predador son dignas de espanto.
Pero, como se mencionó anteriormente, este tiburón termina siendo un pretexto ante la psicología emocional del personaje. Una bella joven (Blake Lively), estudiante de medicina, decide escapar de su ciudad (Texas) debido a la reciente, y dolorosa, muerte de su madre. Ella necesita espacio y repensar las cosas y qué mejor lugar que la inhóspita playa de México, donde su mamá la concibió.
Así, cuando llega al paradisíaco lugar a surfear (con la carga afectiva que esto implica) se tiene que enfrentar ante un inconveniente mayor, de pura supervivencia. El tiburón la asedia, no le deja escape, estando solo a 200 metros de la playa. En esta situación límite recuerda las palabras y la lucha que sostuvo su madre, a pesar del triste final: "nunca te rindas". Y nuestra heroína no lo hará. No se va a dejar amedrentar por este gigante blanco.
Otro aspecto a destacar es el uso de la tecnología. Está siempre presente. Desde el comienzo, cuando la joven muestra las fotografías en el celular de sus seres más cercanos al baqueano que la transporta a la playa, hasta la cámara go pro de los otros surfistas. El celular sirve para graficar al espectador cómo es su familia, así se genera mayor identificación, desde lo emotivo. Y aunque este aspecto es ambiguo, ya que ante la naturaleza la tecnología es efímera, la camarita termina siendo el recurso que le salva la vida a la protagonista. No queda mucho más por agregar ante una historia tan honesta y personal que el buen cine sabe brindar.