La felicidad hace daño
Hace muchos años estuvo de moda una frase de Jean Paul Sartre que podría aplicarse perfectamente a esta nueva película del cineasta español Jaume Balgueró (Rec): el infierno son los otros. Mientras duermes se centra en la vida de un hombre que no puede ser feliz y que no soporta la felicidad ajena.
El personaje es un portero que trabaja desde hace unos meses en un edificio de Madrid y que resulta más o menos invisible para todos los que viven allí. Desde el principio está claro que se trata de un tipo perturbado, porque ya en la primera escena evalúa la posibilidad de suicidarse. Como es incapaz de eliminarse a sí mismo y terminar con sus problemas de un modo higiénico, combate el infierno de los otros con su infierno personal.
Sin embargo, Mientras duermes no es una tesis de psicopatología ni un drama existencial sino una película de suspenso clásica, a lo Hitchcock (a quien Balgueró rinde tributo en el único momento en que la trama exige sangre). Por ese motivo lo que hace es mostrar los métodos que aplica el portero para amargarle la vida al prójimo. Si bien todos los residentes del edificio le caen mal, el foco de su obsesión es Clara, una chica hermosa, optimista y enamorada de su novio que viajó a un país extranjero. Es decir, la víctima perfecta.
Sostenido por la tremenda actuación de Luis Tosar, el personaje del portero va volviéndose cada vez más siniestro a medida que se desarrolla la historia. Al principio, hay algo caricaturesco en la frustración que le genera la perenne sonrisa de Clara, a quien ningún contratiempo parece perturbarla. Pero ese efecto involuntariamente cómico no hará más que potenciar la tragedia posterior y elevar la perversión del portero a un grado de malignidad cósmico.
Lejos de la estética de cámara en mano de Rec y más lejos aún de su contenido espeluznante, Mientras duermes es básicamente una historia bien contada que también transcurre casi desde el principio hasta el final entre las paredes de un edificio. Pese a la irregularidad del elenco, opacado por el brillo de Tosar, y de algunos atajos del guión, impacta porque es fiel tanto a la sutileza como a la brutalidad de los sentimientos.