Cuando uno se topa con una historia épica y ancestral de amor y lucha, ¿qué más que llevarla a la pantalla grande a modo de homenaje? Esto deben haber pensado Javier Olivera y Fito Pochat al codirigir “MIKA, mi guerra de España” (Argentina, 2013) luego que un ejemplar del libro que da título a la película, escrito por Mika Etchebehere, llegara a sus manos.
La reconstrucción de los hechos narrados en el ejemplar fue realizado con solidez a través de impactantes imágenes de archivo con las que los jóvenes realizadores pudieron hilvanar la vida de Mika y su marido Hipólito.
Estos dos militantes de izquierda, marxistas hasta la médula y que tras deambular por diversas ciudades del mundo , fueron testigos del surgimiento de la Guerra Civil Española, llegando a convertir a Mika en la única mujer capitana de las fuerzas republicanas, son puestos en el centro de la historia con fotografías personales.
La principal fuerza y valor del documental radica en la energía que decanta por sí sola porque Mika es un personaje en sí misma. La cámara (en entrevistas de archivo) la ama, y ella lo sabe. La mujer, dueña de una verborragia única, hace que sus palabras posean una continuidad en el relato a través de la voz en off de Cristina Banegas (siempre correcta) sobre las imágenes en blanco y negro de los jóvenes revolucionarios de la época.
El correcto timming con el que Pochat y Olivera introducen las imágenes son elocuentes con algunas frases de Mika. Así, si ella dice mirando a cámara “la revolución nació con los cantos y la alegría”, los cuerpos que se muestran en pantallas son los de unos jovencísimos soldados acompañados por mujeres y familias en plan festivo pero con la convicción de una lucha que brotaba por sus poros.
En cambio si la estoica mujer afirma “una vez más me descubro capitana, madre de familia que vela por sus soldados”, la música incidental acompaña escenas relacionadas con la naturaleza o simplemente planos de actividades más “humanas” dentro de lo que se puede decir “humano” en una instancia de guerra y revolución.
Pero no sólo de imágenes de archivo y de fotografías sepias filmadas se compone “Mika, mi guerra…”, sino que el otro hilo conductor, además de la voz en off que leerá pasajes del libro durante todo el metraje, será su sobrino nieto Arnold Etchebehere el que transitará aquellos lugares en los que Mika e Hipólito desplegaron su historia de amor y lucha.
Si bien por momentos se extraña la implementación de recursos que quizás hubiesen modernizado la construcción narrativa, en la simpleza del documental es que también se puede rescatar la potencia de la historia.
Las entrevistas de Mika (realizadas obviamente con anterioridad en Francia y España, ya que Mika falleció en 1992) bien por sí solas podrían haber sido una posibilidad de narrar. Pero los realizadores fueron más allá, no solo al incluir pasajes y fragmentos del libro con el narrador omnisciente, sino que al incorporar a un personaje real y ligado a la pareja, el verosímil se potencia para bien.
El recurso de la voz en off no cansa, porque además los párrafos escogidos por el dúo de realizadores son contundentes, y si aún así, estos no hubiesen acompañado la acción verbal con imágenes de archivo las solas palabras como “hay olor a pólvora en las calles madrileñas, la derecha está planeando algo” “hablan” por sí solas.
Las ganas de investigar más sobre Mika con las que uno sale de la sala son increíbles, y si pasa esto con uno es porque la función y finalidad de los directores se logró.
Película para repasar uno de los momentos más tensos y representativos de la historia reciente que duele, “Mika, mi guerra de España” es un homenaje sentido para uno de los personajes más icónicos de la fuerza femenina en los procesos revolucionarios.