La imagen que grita la injusticia
Una de las primeras imágenes del film, una cámara en el suelo manchada con sangre, marca, de una forma muy acertada, el proceso que vivirá Rebecca, la protagonista de Mil veces buenas noches. Pero presenta, también, los dos planos en los que se desarrolla la película: por un lado, cómo cambia la vida de una fotógrafa de zonas en peligro luego de su accidente, y por el otro, la posición de denuncia que toman muchos periodistas que cubren lo que pasa en conflictos bélicos. Y al mismo tiempo, con esta imagen tan simbólica, se deja planteada la preponderancia que tendrá la fotografía en el film.
La actuación de Juliette Binoche como Rebecca, una mujer que se encuentra en la posición de elegir entre seguir con su trabajo o quedarse con su familia, es destacable. Los cambios repentinos de ánimo entre el sentirse orgullosa de su labor y sentir vergüenza por hacer sufrir a su familia muestran a dos personas totalmente opuestas en una. Los conflictos que tiene con su familia hacen que se replantee y vuelva a los orígenes de por qué decidió elegir esa profesión y hasta qué punto su compromiso por lo que pasa en los lugares en conflicto superó al miedo y fue más fuerte que separarse de su familia. Pero, a su vez, los mismos conflictos y la fundamentación de la posición de la corresponsal hacen que la película también sea una denuncia en sí misma, mostrando qué pasa en las zonas de conflicto y cómo muchas veces se manipula la información. Asimismo, deja de manifiesto cómo mediante un interés económico de determinados países se crean e inventan conflictos.
Paralelo a esto, podemos ver que la fotografía y los planos responden a la visión de un fotógrafo, haciendo que lo estético acompañe el tema y lo afiance. Y en cuanto a esto, es interesante ver cómo se prepara al receptor a identificar cuáles son los enfoques y las prioridades que elige una corresponsal de guerra para mostrar lo que está pasando para luego ver esos mismos intereses aparecer en las fotografías que elige el director para mostrar el sufrimiento de la propia fotógrafa. Ese interés por un acompañamiento fotográfico le da un peso simbólico y estético muy atractivo.