La fábula religiosa Milagros del cielo nos trae una historia de lucha y perseverancia atravesada por una mirada unilateral y poco creíble, que ahoga lo que en potencialidad podría ser un buen relato.
Anna es una niña en apariencia normal, viviendo en el seno de una familia devota que no saltea una misa, no deja nunca de colaborar con sus vecinos y que hasta embargan su casa con la confianza de que Dios proveerá. Pero un día Anna comienza a tener trastornos estomacales y es así como le descubren una terrible enfermedad sin cura, y que le pronostica una corta vida de sufrimientos. Y mientras padre y madre se debaten entre la fe y la desesperación, Anna empeora cada vez más y más
Jennifer Garner encarna a la desesperada madre, con las limitaciones que solemos conocerle a sus desempeños actorales. Martin Henderson en el rol de Kevin, el padre de Anna que nunca pierde la fe, acompaña acorde, pero quienes realmente resaltan son las dos hermanas mayores. La propia Anna, encarnada por Kylie Rogers y su hermana más grande, Abbie (Brighton Sharbino) se encargan de poner en pantalla los mejores momentos de actuación, siendo particularmente creíble la puja por ser una buena hija al mismo tiempo que sentir la desesperación de un dolor que no se va.
Lamentablemente, la falta de sutileza de los contenidos religiosos que se meten por doquier y con muy poca naturalidad en la película, empañan un relato que, como mínimo, hubiese encantado al público ávido de historias inspiradoras, pero lo cerrado del punto de vista hace del relato algo muy parcial, pero sobre todo muy predecible, al punto tal que hasta aparece un personaje carismático que las ayuda cuyo nombre es Angella, cosa que el espectador puede anticipar sin ningún problema, hasta provocando una que otra risa involuntaria.
Más allá de todos estos detalles, y nuevamente resaltando las actuaciones de las dos jóvenes actrices, incluso hasta el mensaje final de Milagros del cielo podría haberse tomado como algo mucho más universal, ya que cualquiera de nosotros puede identificarse tanto con la situación de desesperación de esos padres, como con la necesidad de ayudar con lo que se pueda de todos aquellos con los que se cruzan. Pero al final del día, el guion se divide entre “creer o no creer” y eso es para el espectador un dilema muy duro de resolver en una película tan forzada y falta de contenido.
Milagros del Cielo es, en definitiva, una película muy difícil de analizar, puesto que el público al cual apunta es tan particular que cualquier lectura por fuera de esa intención podría verse como errada, será la creencia del espectador la que dé el veredicto final.