Atención! Si buscan purgar los lagrimales o si tienen una obstrucción en esa parte de sus ojos esta es la oportunidad perfecta porque Milagros del cielo los hará llorar sin parar durante más de una hora.
No estoy exagerando. Pocas veces lloré tanto con una película y eso que no le escapo a esa reacción y generalmente me emociono si la historia lo amerita. Pasa que por lo general eso sucede en el climax y/o en alguna escena puntual pero aquí es una gran porción de la cinta la causante del lagrimeo.
Hecha esta aclaración (y advertencia) también vale decir que es una película difícil de criticar porque al estar basada en una historia real tan contundente y bien hecha en lo formal no hay muchas objeciones para hacerle.
Una manera de describirla sería como digna candidata para que Virginia Lago la proyecte en Historias del corazón, lo que podría llegar a ser un insulto pero no en este caso porque el film es lo que pretende y causa lo que quiere: conmover.
La directora mexicana Patricia Riggen, quien hace poco nos sometió a la película menos sorpresiva de la historia (Los 33) plantea una especia de telefilm de alto vuelo con miles de golpes bajos bien puestos a través de una narración bien formal del género dramático compuesta por muchos planos cortos y música generadora del clima buscado.
La historia está narrada en primera persona por Jennifer Garner, quien interpreta a Christy Bean, autora del libro que aquí se adapta y que cuenta la terrible enfermedad y desenlace que vivió su pequeña hija.
La protagonista reúne todo lo necesario para que le creas como madre en completa agonía pero por momentos es imposible no decir “esto es demasiado”, lo cual le resta un poco.
La pequeña Kylie Rogers -con tan solo 11 años cuando rodó el papel- es la que merece todos los aplausos y seguimiento de su carrera bien de cerca. El resto del elenco está bien pero nadie en particular para destacar.
En definitiva, Milagros del cielo es un buen drama que cuenta una de esas historias de “creer o reventar” que te va a hacer llorar mucho.