Milla 22: El escape es la cuarta colaboración entre el director Peter Berg y el actor Mark Wahlberg en apenas cinco años. Tras las más que aceptables El sobreviviente, Día del atentado y Horizonte profundo, llega la primera decepción: un film con un planteo inverosímil, personajes sin profundidad ni magnetismo, resoluciones forzadas y una apuesta a que el vértigo y el ruido de las escenas de acción tapen los baches narrativos.
Wahlberg es el líder de un grupo de élite que trabaja de incógnito para la inteligencia de los Estados Unidos que deben actuar en el sudeste asiático custodiando a lo largo de las 22 millas del título a un testigo clave que, claro, intentará ser cazado por decenas de soldados enemigos.
Desde la secuencia inicial (cuando los protagonistas irrumpen en una casona habitada por terroristas rusos que han robado cesio 137, que podría ser utilizado para armas nucleares) queda claro que aquí no hay demasiado espacio para elaboraciones dramáticas. Entre los colaboradores de Silva están Alice Kerr (Lauren Cohan) y -a la distancia- unos expertos en tecnología liderados por Bishop (John Malkovich, a reglamento).
En definitiva, aquí todo se resuelve a los tiros, en medio de persecuciones automovilísticas contra reloj. En el estilo de Berg confluyen elementos del cine de Michael Mann, Kathryn Bigelow y Paul Greengrass con esa sensación de urgencia, nervio, inmediatez y tensión. Claro que con un guion más desarrollado su virtuosismo formal tendría bases más sólidas para lucirse.