Usted los ha visto (al menos en una pantalla de cine). Son tipos que trabajan para el Gobierno estadounidense, pero lo hacen supuestamente sin su autorización. No son muy difíciles de detectar. Por lo general hablan poco, tienen el cabello corto, sus movimientos son muy estudiados, son capaces de dar la vida por un compañero.
Y hacen el trabajo más sucio. Matan oponentes, liquidan a quienes pueden poner en peligro al Gobierno. Esa clase de gente.
Por qué el espectador debería sentirse atraído, o al menos, tener empatía con un personaje así, es una cuestión subjetiva, o al menos muy personal de cada uno.
En Milla 22, Jimmy (Wahlberg) integra un grupo de elite blablablá, y debe mantener con vida a un ciudadano de un país de Oriente, al que el gobierno corrupto (el del país oriental, eh) quiere eliminar. El suyo, el de Jimmy, lo quiere salvar. El título refiere a la distancia que dista entre la embajada de los EE.UU. en ese país corrupto y la pista de aterrizaje adonde arribará un avión para llevarse a Li Noor.
Que es interpretado por Iko Uwais, visto en el Episodio VII de Star Wars: El despertar de la Fuerza. Un dato de color.
En Milla 22: El escape, Mark Wahlberg vuelve a trabajar dirigido por su amigo Peter Berg. Juntos hicieron filmes basados en personajes reales, heroicos, como El sobreviviente o Día del atentado. Esta es su cuarta colaboración conjunta. Y habrá más (Wonderland, se titulará). Se conocen bien, y Wahlberg se nota que se siente a sus anchas dirigido por él.
Aquí lo que hay es acción, cuando no violencia en extremo. Masacres con armas de fuego o a puñetazo, patada y lo que venga limpia (o no), abundantes malas palabras, sobre todo en boca de Jimmy, pero su colega Alice (Lauren Cohan) no le va en zaga, y se las dirige a su ex -que es interpretado por el director Berg en un breve cameo-.
Por momentos la película hace acordar esa producciones de mega acción de los ’80 y ’90 protagonizados por Schwarzenegger o Steven Seagal. Si esto habla bien, o mal, del filme, lo dejo a su criterio.